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viernes, 4 de octubre de 2024

Pendencia sin futuro

La porfía oficial gringa contra China huele a fracaso...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 23/12/2020
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China-Estados unidos-guerra tecnológica
China se constituyó desde hace muchos años en el primer acreedor de los Estados Unidos, cuya deuda con el gigante asiático no cesa de crecer a pesar de toda la política anti china de la Casa Blanca.

Dos mil veinte se marcha y con él casi está por despedirse de la Casa Blanca el escandaloso presidente que intentó poner bridas a China, a tono con los viejos postulados hegemónicos de que “quien domine Eurasia dominará el mundo”, y de aquel que reza que “los Estados Unidos deberían evitar a toda costa el surgimiento de nuevas potencias globales que le opongan resistencia”.

No obstante, alguien ya había vaticinado desde 2016 que el entonces electo Donald Trump tendría el “pesado privilegio” de ser el mandatario con el cual se abriría el ocaso internacional de la primera potencia capitalista…, y la vida pudo contra todas las broncas, distorsiones y  pujos washingtonianos por deshacer semejante “mal augurio”.

Cuatro años después, otro analista concluyó que “Donald Trump está perdiendo la guerra tecnológica con China y ni siquiera lo sabe”.  Porque evidentemente, como tendencia cada vez más acendrada con respeto a su hostil política frente al gigante asiático, el presidente gringo podría ser comparado con un mosquito sobre la piel de un elefante.

Lo cierto es que, en materia económica, clave para USA, la irracional disputa arancelaria y las permanentes sanciones contra China apuntan a un rotundo fracaso, con más razón cuando los Estados Unidos no aporta números halagüeños ni mucho menos con respecto a los decisivos espacios de la producción, el comercio y las finanzas, donde los asiáticos cuentan con variedad de alternativas para reducir considerablemente los efectos de semejante hostilidad.

Así, por ejemplo, lo primero que debe tomarse en cuenta ante el provocado desmadre  alcista en los aranceles a productos chinos importados por los Estados Unidos es el peso real de esas transacciones. Si doce años atrás las ventas chinas al mercado norteamericano significaban el 10 % ciento del Producto Interno Bruto de la nación asiática, hoy la cifra  se ha reducido a un 4 %. Ello establece claramente que China está remitiendo sus más significativos volúmenes de exportaciones hacia otras muchas regiones del orbe, sin contar las enormes reservas de consumo interno derivadas de su cuantiosa población —la mayor del mundo—, con crecientes poder adquisitivo y nivel de vida.  

Por otra parte, China se constituyó desde hace muchos años en el primer acreedor de los Estados Unidos, cuya deuda con el gigante asiático no cesa de crecer, a pesar de toda la política antichina de la Casa Blanca, y supera hoy el billón de dólares. Se trata sin dudas de una fuerte debilidad de la primera potencia capitalista con relación a su pretendido oponente, y es que a tono con tiempos bilaterales tan tormentosos, Beijing bien podría emprender “la reducción gradual de sus tenencias de bonos estadounidenses”, sin excluir el deshacerse totalmente de ellos.

Otro tanto sucede con los intentos oficiales norteamericanos de provocar incidentes desestabilizadores en Hong Kong y perjudicar la política china de “dos países, dos sistemas” vigente en ese exterritorio ocupado por Gran Bretaña, o las ilegales ventas de armamento al régimen de Taiwán para incidir negativamente sobre un espacio que  Beijing reclama con toda justeza como parte inalienable de su geografía.

En ambos casos, la firmeza en la defensa de la nación y su integridad son los únicos resultados logrados por la Casa Blanca con respecto a China, quien, por demás, ha seguido plantando cara al expansionismo militar gringo en sus mares aledaños con severas advertencias, sumadas a un potente desarrollo bélico con capacidades suficientes para una respuesta adecuada a cualquier intentona armada.

China, por demás, promotora de una política internacional de respeto y de mutuo beneficio con relación a sus interlocutores, ha seguido ganando espacios diplomáticos y económicos en el planeta, mientras el prepotente ejercicio de Trump solo ha llevado a los Estados Unidos a un severo autoaislamiento global que ha roto por sí mismo el viejo mito de décadas pasadas de que “cuando Washington se enoja o se ausenta nada es posible.”


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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