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lunes, 7 de octubre de 2024

Más allá de cifras y terapias

La pandemia que ya marca el siglo XXI tiene muchas aristas...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 20/03/2020
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Covid-19-Pandemia
Una pandemia que, en el esfuerzo por frenarla, no admite egoísmos ni demagogias.

Con elevadas cifras de contagios y una letalidad preocupante, sobre todo para ciertos grupos etarios, la COVID-19, variante de los Coronavirus, muestra que todavía el hombre tiene mucho que aprender y dilucidar ante los imprevistos y los atentados contra su existencia y bienestar.

Esta pandemia que tuvo en China su víctima inicial está revelando además que en nuestro mundo interconectado determinadas tragedias no tienen fronteras ni se limitan a ciertos segmentos sociales, a la vez que ha puesto sobre la mesa las abismales diferencias en las reacciones y actuaciones de gobiernos, personas y entidades apegadas a la ética, el humanismo y la decencia, con relación a quienes suscriben el egoísmo, el chovinismo y la prepotencia.

Con explosión en el centro de China, la COVID-19 ha mudado su epicentro a una Europa comunitaria que ha trastocado de la noche a la mañana su tradicional imagen de luces y gentío, por calles desiertas, patrullaje policial y sanitario, familias recluidas en sus casas, embrollos de abastecimiento, temores, y porque no, también de iniciativas solidarias y de búsqueda por mantener la interacción humana en medio del obligatorio recogimiento masivo. Escenas, que, por demás, se repiten en América, Asia u Oceanía.

Ahora, para muchos ciudadanos del titulado primer mundo, las desgracias no le llegan por la TV desde el África de las hambrunas, el Oriente Medio de las guerras y de los millones de refugiados, o los bosques calcinados en la Amazonia.

El coronavirus se pasea también por Roma, París, Madrid, Berlín o Nueva York, y no discrimina entre altos funcionarios de gobierno, artistas famosos, deportistas encumbrados, millonarios podridos en oro, o el simple profesional, el trabajador común, el anciano pensionado o los obligados a vivir en plena calle.

No hay seguridad ni en la mismísima e inepta Casa Blanca, de donde siguen emanando pruebas contundentes de que el presidente de los norteamericanos nunca ejerció, ni hoy puede ejercer, control efectivo sobre la tormenta sanitaria que signa a su país como el de mayor contagio y más elevado número de decesos en nuestro Hemisferio.

De todas formas, dentro de los sectores norteamericanos de poder nada ha cambiado, y en tiempo de elecciones presidenciales, el patrioterismo, el oportunismo y la hostilidad asumen ritmos tan exponenciales como las cifras de enfermos.

Donald Trump, por ejemplo, fue pillado intentando sobornar a una empresa médica germana que trabaja en un candidato a vacuna contra al COVID-19, de manera que se le entregase dicha fórmula a los Estados Unidos en total exclusividad.

En pocas palabras, lograr un “negocio redondo” dada la urgencia global del antídoto, a la vez que contar con un arma para añadir el chantaje epidemiológico a los que Washington ejerce contra otras naciones a través de los alimentos o las finanzas, por solo citar dos manidos ejemplos.

Actitud que contrasta con el envío por China de grupos médicos e insumos para socorrer contagiados del COVID-19 en Italia, o de brigadas de especialistas cubanos remitidas con igual misión a Venezuela, Nicaragua o el Caribe, junto a la voluntad de Cuba de poner a disposición de quien lo necesite sus medicamentos biotecnológicos de punta que ya mostraron su efectividad en la exitosa lucha del gigante asiático contra la pandemia.

Preparados cuya existencia se intenta ocultar al mundo, no solo con estúpidas críticas al “ocultamiento por La Habana” de los verdaderos efectos del COVID-19 en nuestro país, sino además saboteando y borrando información digital sobre esas fórmulas, como sucedió “misteriosamente” desde noviembre del pasado año con la página en Faceboock de la embajada de Cuba en China, en la cual se hacía referencia a la efectividad del interferón alfa-2b humano recombinante, de factura cubana, usado ampliamente por pacientes chinos en su curación.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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