lunes, 30 de septiembre de 2024

Malos síntomas…

Europa adelanta trecho en una amenazante crisis energética global...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 10/10/2021
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Gas - Europa
El gas está en falta y con él otros energéticos cuya carencia complica la vida y los bolsillos de grandes consumidores como Europa Occidental.

Los consumidores eurooccidentales están con los pelos de punta. Por estos días las tarifas eléctricas marcan alzas diarias insoportables, mientras las noticias que van apareciendo sobre las causales apuntan a que lo por venir puede ser mucho más asfixiante.

El asunto es que el gas, el carbón y el petróleo, entre otros energéticos, están en falta en los mercados, y la cadena de golpes concatenados apura la marcha.

A precios altos de esas materias primas claves, todos los servicios que de ellas dependen también suben la factura, y al final el embrollo cae sobre una población que, en el caso europeo, por ejemplo, puede llegar a este inminente invierno con bajos suministros y serios problemas en el tema de la tan necesaria y extendida calefacción hogareña.

Analistas explican que la obligada parálisis mundial a partir de la pandemia de la COVID-19 ha tenido serias consecuencias en la producción y el mercado globales, de los cuales la energía forma parte clave. Y ahora, en la medida en que se habla de una “regularización de la vida”, resulta que no hay respuesta sólida a la progresiva demanda.

Así, dicen a su vez medios de prensa, “almacenamientos agotados, reducción de las inversiones, y postergaciones en las tareas de mantenimiento debido a la pandemia son algunos de los factores que contribuyen al problema”.

En Europa occidental —epicentro por el momento de la tormenta— las reservas de gas están al setenta y cinco por ciento, la cifra más débil para estos meses en la última década, mientras las ventas de metano procedentes de Noruega y Rusia, esta última suministradora de más de cuarenta por ciento del consumo del Oeste continental, enfrentan dificultades por causas similares a las ya narradas.

Desde luego, y valga la observación, y a pesar de los dislates que enfrentan sus carnales europeos, Washington, más que pensar y actuar en aras de soluciones, dedica tiempo y espacio a pretender encarar a la Unión Europea y Moscú, insinuando que este último está sacando lascas de sus vecinos regionales en apuro mediante la manipulación de sus envíos de gas, para acrecentar la “preocupante” dependencia del Viejo Continente con relación al energético ruso.

Una falacia que contrasta, sin embargo, con las actitudes tradicionales del Kremlin, que desde 2010 ya hacía públicos sus intentos por impulsar la colaboración energética con el oeste incitándole a políticas constructivas y previsoras en ese sensible terreno.

En aquellas fechas, el entonces primer ministro ruso, Vladímir Putin, les recordaba a sus interlocutores en un foro realizado en Berlín que debían definir su estrategia, sus tácticas, y sus programas de cooperación energéticos, porque hasta entonces sus pareceres sobre el particular eran incomprensibles.

“No entiendo nada. ¿Con qué se van a calentar? No quieren gas, no desarrollan la energía nuclear. ¿Acaso van a calentarse con leña? Pero es que también hay que ir a Siberia a por leña, porque ni siquiera la tienen”, dijo entonces Putin.

No obstante, en estos instantes de crisis el hoy presidente de la Federación Rusa ha dado órdenes a la empresa nacional Gazprom de cumplir estrictamente sus programas de envío de combustible al Occidente a través de los gasoductos ya existentes, como el que atraviesa Ucrania, a la vez que espera por las valoraciones de los reguladores europeos para iniciar el paso de metano por el recién concluido Nord Stream 2, con capacidad de colocar en Alemania 55 mil millones de metros cúbicos de gas a través del Mar Báltico.

Una obra, vale subrayar, que Washington intentó sabotear mediante presiones de toda índole a Berlín y sanciones a las empresas implicadas en su construcción a partir del particular criterio gringo de que acrecienta el control ruso sobre gran parte de las urgencias energéticas de la Unión Europea.

De todas formas, las realidades a esta hora no dejan de ser alarmantes para la mediata situación energética mundial. Hay palpables síntomas de escasez, duras repercusiones en materia de alza de los precios generales ligados a la carencia de energía, y presiones de un consumo insatisfecho que apuntan a crecer, toda vez que la demanda de los grandes consumidores del planeta tiende a amplificarse en la misma medida en que las economías y los intercambios comerciales se desperezan luego del golpetazo en seco de la COVID-19.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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