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miércoles, 2 de octubre de 2024

Lula y la reconstrucción de Brasil

Expresidente dialoga con líderes políticos progresistas...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 09/05/2021
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Lula da Silva
El expresidente sostuvo entrevistas con líderes políticos y diplomáticos en Brasilia para aliviar la tensa situación sanitaria y económica en Brasil.

El ex presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silvia, eventual candidato en las presidenciales del próximo año, comenzó una carrera contra reloj para gestionar ayuda de emergencia dirigida a los sectores más pobres, a la vez que se acelere la entrada de vacunas contra la COVID-19.

Lula, quien después de dos exitosos mandatos dejó el Palacio de Planalto con casi un 90 % de aprobación, vuelve a la carga cuando aun están cercanos los 580 días de prisión sufridos por las maniobras de la derecha que, por odio político, lo vincularon falsamente a la corrupción existente en la empresa local Odebrecht.

Luego de que fuera anulada su sentencia y rehabilitados sus derechos, este líder de extracción obrera, 72 años, a pesar del deseo de retorno de sus seguidores, solo dijo que se presentaría a los comicios “solo para derrotar al genocida ultraderechista Jair Bolsonaro”, quien destruyó en los últimos tres años las políticas públicas inclusivas de los casi cuatro gobiernos consecutivos del Partido de los Trabajadores (PT).

Las conversaciones de Lula y de otros dirigentes del PT con líderes nacionales indican que el objetivo, al menos en este momento, es aliviar la situación creada por el mal trabajo de Bolsonaro ante la pandemia, que sitúa a Brasil como el segundo país más castigado a nivel mundial.

Pero también, según el diario Folha de Sao Paulo, tienen como propósito cambiar el juego y transformar el primer turno electoral de 2022 en el único y sin discusiones.

Aunque no hay un pronunciamiento oficial al respecto, tales analistas consideran que se está fomentando con Lula a la cabeza un gran acuerdo nacional partidista para eliminar cualquier chance de Bolsonaro el próximo año.

No puede olvidarse que el sistema judicial destruyó la posibilidad de que Lula se presentara en 2018. El candidato petista que lo sustituyó era un virtual desconocido y carecía de dinero y tiempo de campaña para derrotar al ultraderechista. La oligarquía conservadora gastó millones de dólares para denigrar al PT y sus dirigentes. Con Lula fuera, puso en el Planalto a un mediocre defensor de la tortura y del militarismo nacional, fiel imitador, además, del genízaro exmandatario de Estados Unidos, Donald Trump.

Una vez liberado, el ex líder sindical de Sao Paulo y fundador del PT, poco esperó, dada la situación del país, para volver a los primeros planos de la política nacional en una misión muy especial para tratar de acabar con la epidemia de hambre actual. Casi la mitad de la población (48 %) vive en pobreza.

Asimismo, también fracasó el colapsado sistema único de salud de ese país.

El Estado de Amazonas demostró la calamidad que vive la población. En ese territorio se terminó el oxigeno medicinal, imprescindible para salvar la vida, pues el virus ataca los pulmones. Solo la solidaridad de la vecina Venezuela alivió la situación cuando, en un gesto sin precedentes en Suramérica, envió decenas de camiones con los tanques necesarios, lo cual ni siquiera recibió el agradecimiento del payaso, dadas las discrepancias ideológicas con el sistema socialista guiado por el mandatario Nicolás Maduro.

Analistas políticos consideran que el gesto actual de Lula —con lo que demuestra a la población sus diferencias con Bolsonaro— forma parte de lo que siempre ha sido su preocupación socio-política: mejorar la calidad de vida de los vulnerables.

Los encuentros con políticos y diplomáticos, afirmó, solo buscan alcanzar una ayuda financiera para elevar el nivel económico del bolsillo de los trabajadores, en tanto calificó como “una miseria” el ofrecimiento del régimen.

Instituciones oficiales estiman que el desempleo afecta a más de 14 000 000 de personas, y el hambre —es decir, apenas parte de una comida diaria— a otras 19 000 000. En la actualidad, la otrora locomotora económica de Suramérica posee un 49 % de población pobre.

A tal circunstancia llegó por la política neoliberal reimpulsada por el expresidente Michel Temer —el vicepresidente traidor que colaboró en el golpe parlamentario contra la petista Dilma Rousseff— y ahora por el llamado Terminator Bolsonaro, un oscuro diputado nostálgico de la dictadura militar.

La visita de Lula incluyó varias entrevistas en el Congreso Nacional para abogar por la ayuda económica de rescate de Brasil y de Río de Janeiro, la famosa ciudad balneario diezmada por la pandemia y agobiada por la inexistencia del turismo que la hacía poderosa.

Esta semana, se espera, continuarán las conversaciones para decidir cuál será la estrategia a seguir para obligar a las instituciones estatales a entregar más finanzas.

Para Marcelo Freixo, líder del Partido Socialismo y Libertad, y diputado del bloque minoritario de la Cámara, en la reunión “hablamos sobre la actualidad brasileña y sus deficiencias. Es hora de unir esfuerzos para garantizar a todos los brasileños vacunas en el brazo, comida en el plato y esperanza en el futuro”, precisó.

Transcurren los días y Brasil vive en una especie de limbo respecto a las promesas hechas por el Palacio del Planalto.

Mientras, Lula aseguró que una mayor erogación de dinero no afectaría las finanzas nacionales, ya que, dijo, “es poca, muy poca” la ayuda económica.

En 2020, Bolsonaro no quiso pagar una compensación digna a los brasileños, que están en situación calamitosa en varios Estados de la gigantesca nación de más de 8 000 000 de km2 y unos 250 000 000 de habitantes.

La ayuda que no llega debía ser de 600 reales, y 1200 para mujeres jefas de familia (según lo acordado en el Congreso el pasado año), pero el gobierno hizo reducciones progresivas de ese monto hasta dejarlo en 250 reales, un monto que solo alcanza para pagar una tercera parte de la llamada canasta familiar.

En su defensa, el mandatario, a quien se considera un analfabeto económico y se rige por los conceptos de su neoliberal ministro del ramo, Paulo Guedes, señaló que el Estado “no puede asumir la incompetencia de sus ciudadanos” y que él tiene “preocupaciones muy superiores a la pobreza” que, según él, fue causada por la pandemia.

Pero Lula no cree en cuentos. Por eso su estadía en Brasilia, donde radica la mayoría de los políticos acordes con sus criterios para mejorar la situación.

Es cierto que Bolsonaro es de esas personas que abren la boca y meten la pata, tal como hizo con el sensible tema de la compra de vacunas que permitirían una solución, quizás a largo plazo, para evitar la pandemia.

Este mandatario, que fue profesor de educación física en las Fuerzas Armadas y por ello obtuvo el rango de teniente y al retirarse de capitán, es un negacionista de la pandemia y de la compra de vacunas.

Durante meses se negó a la adquisición de los inmunizadores producidos en China y Rusia, por problemas políticos e ideológicos con esas naciones, y el pueblo fue el más castigado por su pensamiento obtuso y atrasado.

En estos momentos, una Comisión Parlamentaria de Investigación considera la posición del presidente respecto a la COVID-19 y sus improvisadas recomendaciones, seguidas por millones de personas ignorantes, que después padecieron la COVID-19.

En el Parlamento ya declararon cuatro exministros de salud que, o renunciaron por la postura presidencial o fueron sacados por incumplir las orientaciones del jefe de gobierno, entre ellos el uso de la hidroxicloroquina, producto desechado por los científicos.

El pasado 20 de marzo, según el último cierre oficial del Ministerio de Salud brasileño, había 12 950 459 casos y 400 000 muertes a consecuencia de la infección por el SARS-CoV-2, el virus causante de la enfermedad.

Al día siguiente de tales declaraciones, Brasil recibió 1 022 400 dosis de inmunizadores a través del mecanismo COVAX, un esfuerzo global de la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI), la Alianza Mundial para Vacunas e Inmunización (GAVI), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

También el gobernante debió ceder ante las críticas y, luego de una guerra ideológica unilateral con China (y hasta decir que solo quería vacunas hechas en naciones capitalistas), en Brasil se está produciendo la Coronovac de la nación asiática. Se tuvo que tragar su frasecita: “¡La (vacuna ) de China no la compraremos; es decisión mía”.

La entrega forma parte de una primera fase de distribución de dosis a Brasil. Está prevista la llegada de más vacunas a lo largo de este año, pues ese país precisa de 600 000 000 de dosis.

Ahora el gobierno brasileño y su jefe se mueven en terreno resbaladizo ante el rechazo internacional a la masacre de 28 personas cometida (27 civiles) por la policía de Río de Janeiro contra supuestos líderes del narcotráfico en la favela llamada Jacarezinho (caimancito), cuando en Brasil la población conoce que los propietarios de la droga no viven en esas localidades improvisadas en laderas, sino en las zonas residenciales de la ciudad-balneario.

Organizaciones internacionales y regionales enviaron mensajes de protesta —que seguramente ni leyó Bolsonaro— por no impedir que se cometiera un nuevo crimen de lesa humanidad durante una operación militar que ni siquiera discriminó contra quienes asesinaban a mansalva.

Casi 1000 personas resultaron asesinadas en operativos policiales desde el comienzo de la pandemia, pese a que están prohibidos por la justicia.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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