Una de las más prestigiosa revistas del establishment norteamericano, Foreign Affairs, preguntaba en la portada de su edición de diciembre del 2011: “¿Se acabó Estados Unidos?”.
El debate en torno a la perdida de hegemonía de ese país, aunque tiene precedentes en los años setenta del siglo pasado, se ha exacerbado últimamente.
“La pérdida de poder relativo de Estados Unidos, dentro de los marcos de un proceso de multipolarización, es una realidad que poco a poco se va consolidando”, opina el Doctor Ernesto Domínguez López, del Centro de Estudios Hemisféricos y Sobre Estados Unidos de la Universidad de La Habana.
El ejemplo concreto más reciente de que el académico tiene razón, es la crisis siria, donde Rusia ha dado pruebas de que no permitirá que Washington tome todas las decisiones solo.
“Esto no significa que Estados Unidos haya dejado de ser la primera potencia del mundo —aclaró Domínguez en entrevista con Cubahora—, sino que ahora tiene que contar con otros, porque hay potencias con fuerzas suficientes como para mantener sus propios criterios y proteger sus propios intereses”.
Lo que muchos se preguntan entonces es si la clase política norteamericana es conciente de que el mundo ha cambiado, y comprende sus propias limitaciones. “Al menos una parte sí”, considera Domínguez, aunque aclara que no puede pensarse en una clase política homogénea.
“Dentro de ella hay disímiles sectores, asociados, en una perspectiva más amplia, con distintas elites, y a su vez arraigadas en regiones y estratos sociales diversos. Esa diversidad es la que explica la interacción entre las distintas plataformas políticas e ideológicas. A su vez, no se debe obviar la diversidad de vínculos de alcance global que conectan a esos grupos con sus homólogos en el resto del mundo. Esto es otro factor condicionante de las actitudes y discursos”.
En momentos en que se habla tanto de multipolaridad, valdría preguntarse si el mundo era mejor cuando se dividía en dos esferas de influencia. “¿Mejor para quien?”, cuestiona el catedrático cubano. “Más estable sí”.
“El multipolarismo puede funcionar como sistema de consenso —explica—, pero también puede aumentar los potenciales de conflicto. Tendemos a pensar que no hay nada peor que la dominación de Estados Unidos, y coincido en que eso no es precisamente atractivo para el resto, pero también es un factor de relativa estabilización. Imagínate a una serie de potencias tratando de imponerse por la fuerza”.
“Lo cierto es que el número de guerras de la era bipolar fue mucho menor que las anteriores, e incluso menos destructivas, por ser más localizadas, pero definitivamente fueron muy polarizadas. Es todo una cuestión de perspectivas; estamos ante un sistema mundo complejo. Y no me gusta pensar en términos de mejor o peor. Solo pienso en lo que es diferente, en este caso”.
¿Qué pasaría si, a pesar de todo, del resultado de las interacciones entre las diferentes elites políticas norteamericanas, surgiera como resultado no aceptar la multipolaridad?
“En tal caso —responde Domínguez—, podría esperarse un incremento de la violencia en la política exterior, lo cual es una muestra de la descomposición de la hegemonía. El hegemónico, como norma, no se ve precisado a usar la fuerza, pues su dominación es reconocida y regularmente aceptada como inevitable, e incluso beneficiosa”.
El debate sobre la pérdida de poder relativo de Estados Unidos está creciendo tanto a nivel internacional como al interior de ese país. Lo que es difícil de predecir es cómo será ese proceso de declive.
A juicio del profesor e investigador, tienen al menos dos opciones. “Una vía sería similar a la seguida por Gran Bretaña, es decir, un reconocimiento del proceso y una aceptación, no exenta de problemas y conflictos, del tránsito a una posición diferente, inicialmente pasar a una posición de primera potencia entre potencias, en lugar de una de única potencia”.
“La segunda es una reacción violenta, la guerra que algunos temen, la que Immanuel Wallerstein propone cuando habla de la bifurcación y la guerra mundial que cierra los ciclos de poder en el sistema mundo”.
Para ese prestigioso cientista social estadounidense, los ciclos de la historia del sistema mundo llegan a puntos de bifurcación en los cuales se da un reordenamiento de las relaciones de poder, que se saldan con una guerra mundial.
No obstante, y aunque no se siente cómodo haciendo predicciones, Ernesto Domínguez se inclina por una combinación de los dos caminos. “Una tendencia a la aceptación, con momentos de predominio de sectores negados a ese proceso, que traten de utilizar su incontestable superioridad militar, al menos en alguna medida. Tipo Bush, por ejemplo”.
Sobre la situación en Siria, el académico cubano opina que “de momento se mantendrá esta situación de estancamiento; y a no ser que suceda alguna otra cosa (una intervención exterior, un magnicidio, o algo así) debe mantenerse el gobierno y quizás quedar un conflicto remanente y crónico. No creo que los opositores puedan vencer, pero sí tienen fuerza suficiente como para mantenerse como focos de conflicto activos. Ello, partiendo de considerar que, al menos por el momento, Estados Unidos y Rusia parecen haber llegado a un acuerdo sobre el límite de sus zonas de influencia en la región”.
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