Del set a la realidad

Una cosa quedó clara en la reciente segunda vuelta electoral para la presidencia de Ucrania: la victoria del actor Volodimir Zelenski con alrededor de 73 por ciento de los sufragios apunta a que la mayoría de la población ha dejado de creer en los políticos tradicionales marcados por el extremismo y la corrupción.

Así, su contrincante y actual jefe de estado Piort Poroshenko, el titulado “Rey del chocolate” (por la posesión del monopolio nacional de producción de esa golosina), apenas se acercó al 24 por ciento de las boletas cercado por las denuncias contra su gobierno por una devastadora corrupción interna, por su intransigencia frente a la división nacional vigente con relación al Este de mayoría poblacional ruso parlante, y por su agresiva política contra Rusia.

Vale recordar que, como afirman medios de prensa, entre Kiev y Moscú surgieron tensas relaciones desde 2014 y el estallido del movimiento pro occidental del Maidán, que provocó la destitución del entonces presidente Víktor Yanukovich.

Ese movimiento fue seguido de la reincorporación al gigante euroasiático de la península de Crimea mediante referendo popular, y de una guerra en el Este del país contra las regiones ucranianas con mayoría de ciudadanos de origen  ruso que ha dejado casi 13 mil muertos.

Justo Poroshenko acudió a estos comicios  con alusiones acerca de la notoria inexperiencia política de Zelensky y presentándose  a sí mismo como el celoso guardián de la integridad y la nacionalidad ucranianas frente a las “apetencias del Kremlin”.

Con respecto al electo presidente, ganó enorme popularidad actuando en un canal televisivo local precisamente como un maestro que llega a la cabeza del ejecutivo por sus valoraciones críticas en torno a la política vigente, aunque –vale apuntarlo- algunas fuentes precisan que detrás de Zelenski pudieran estar moviéndose importantes sectores del sector financiero que buscan, con la promoción de su figura, dar una imagen más plácida del devenir político nacional sin promover mayores cambios en las metas claves que les interesan, a saber la integración de Ucrania en la Unión Europea y la Organización del Tratado del Atlántico Norte, al tiempo que un clima menos tenso con relación a Moscú. En pocas palabras, algo así como la apuesta por un nuevo rostro que hable de cambios, pero en realidad los modere al máximo.

Por lo pronto, y sin referirse concretamente a cómo lograrlo, el presidente electo se ha pronunciado por la reactivación de las negociaciones con Rusia y varias naciones europeas en torno al fin de los enfrentamientos armados entre el ejército nacional y las milicias de las regiones autónomas del Este, así como por mejorar la situación de tirantez vigente con el Kremlin.

No olvidar que en medio de una precariedad económica generalizada que ha hecho del país uno de los más empobrecidos del Viejo Continente, del aumento desmedido de la corrupción, y de la costosa guerra en el oriente, Ucrania depende en mucho de la colaboración internacional en materia económica y de inversiones, y de Rusia en cuanto al crucial abastecimiento energético.

Por lo pronto, la tendencia entre los diferentes polos relacionados con el contexto ucraniano es de espera ante el cambio de gobierno y las decisiones que pueda implementar Zelenski quien, por demás, debe encarar la ausencia de mayoría ante el legislativo nacional, el cual deberá renovarse en octubre próximo.

Washington ha dicho que “desea mantener su nivel de entendimiento con Kiev” y reiteró  su “apoyo a la independencia de Ucrania”, mientras en Rusia voceros y dirigentes políticos indicaron que  aspiran a que la nueva administración ucraniana  adopte un desempeño más racional y equilibrado que el de sus antecesores en cuanto a las relaciones bilaterales.

Vladímir Zelenski, subrayan medios informativos, proviene del antiguo Dnepropetrovsk, en el centro de Ucrania, donde se habla ruso (idioma que, lógicamente, domina perfectamente) como en el Dombass, región hoy enfrentada al régimen ultraconservador del saliente Piort Poroshenko.