lunes, 30 de septiembre de 2024

COP 26, quizás la última oportunidad de salvar al planeta

El foro climático de Glasgow puede ser el último asidero antes de tocar fondo...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 01/11/2021
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Conferencia-Partes de las Naciones Unidas-Cambio Climático
Mientras en Glasgow los dignatarios y expertos debaten, en la calle la gente exige y reclama.

Apenas concluida una nueva sesión del poderoso G-20, los predios de la universidad de Glasgow, en Gran Bretaña, son desde el 31 de octubre, y hasta la primera decena de noviembre, centro de los trascendentes y definitorios debates para intentar hacer frente el acelerado calentamiento global.

Es un asunto grave y de primera urgencia, y por tanto se supone que requiere de dejar a un lado no pocos tradicionales devaneos y demagogias en materia ambiental, porque el tiempo que resta vía al desastre se reduce por horas.

De hecho, y lo repetimos nuevamente, desde la década de los setenta del pasado siglo el planeta Tierra colapsó en su capacidad de auto regeneración frente a la agresión contaminante, por lo que ya acumula medio siglo en que las emisiones de gas de efecto invernadero, la polución industrial, el envenenamiento de las aguas, los voraces incendios forestales y el talado indiscriminado de bosques y selvas, entre otros dislates, han llegado como sombrilla nociva e irremediable sobre el entorno y todas sus especies vivas, incluidos nosotros, los famosos “seres pensantes.”

Mecanismos y sustratos mentales dilapidadores, egocéntricos y asimétricos, bajo las vestiduras públicas de “alta civilización”, y propios de buena parte de las grandes potencias adscritas a la hechura de la “economía de mercado”, son los grandes responsables de la imparable calamidad ambiental que hoy vive la humanidad.

Vale recordar en ese sentido el sonado, jactancioso e irresponsable “No me lo creo” de Donald Trump frente a las alarmantes valoraciones de la comunidad científica internacional sobre el calentamiento global llegadas a su escritorio en la Casa Blanca a mediados de su controvertida y árida presidencia.

Pero el drama está ahí y no cesa. La depauperación del clima y de los entornos supera con creces la capacidad de adaptación de las especies, un proceso natural que ha requerido milenios, y por tanto, junto a la merma y desaparición irreparable de animales y árboles, también se hace más cercana la de la propia humanidad.

Glasgow por tanto, debería ser un punto de inflexión definitivo en la concluyente toma de conciencia y pasos concretos, y el lugar donde estadistas, titulares y expertos enrumben sus gestiones sobre elementos concretos y cruciales, como ya lo demandan a estas horas miles de manifestantes en las calles cercanas a los inmuebles donde sesiona la COP 26.

Vale recalcar que esta cita, han dicho sus organizadores,  representa la “última y mejor” oportunidad de hacer cumplir la meta de constreñir a 1,5 grados centígrado el aumento del calentamiento global, que por estas fechas ya marcha hacia el escandaloso guarismo de 2.7 grados centígrado.

Y para ello, expresan los documentos de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 26), se requiere de hacer efectivos los anunciados y repetidos compromisos nacionales en materias de reducción de emisiones a la atmósfera de gases de efecto invernadero como el CO2 y el metano, producidas esencialmente por los grandes poderes económicos mundiales.

De manera que “el ranking mundial de contaminación” está, en 76 por ciento, en manos de los titulados países desarrollados, algunos de los cuales, como fue el caso de los Estados Unidos, tiene un malsano historial de negatividad en materia de apoyo a frenar la contaminación, desde George Bush, negado a firmar los acuerdos en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro en los años noventa del pasado siglo, hasta Donald Trump dando de baja a la primera potencia capitalista del Acuerdo medioambiental de París.

Glasgow 2021, por tanto, y a lo largo de su decena de días de debates y análisis, será seguramente una nueva lucha entre intereses fatídicos, egoísmos sectoriales y visiones hegemónicas, y aquellos criterios y actitudes capaces de frenar y adaptar la marcha el carro propio cuando la soga no puede ser ya más tensa y tranca hasta el último cuello sin remedio ni vuelta atrás.

El compromiso por reducir cuanto antes la carga venenosa es por ahora la prioridad clave que se debate en la COP 26.

“Es imperativo que los países desarrollados asuman el liderazgo en la reducción de emisiones y en proveer de los medios de implementación necesarios a los países en desarrollo, de conformidad con el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas.”, expresaba el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel en la Debate de Alto Nivel de las Naciones Unidas “Acción por el Clima: Por la gente, el planeta y la prosperidad”, el pasado 26 de octubre.

En este resaltaba que Cuba avanza en la ejecución de su Plan para el Enfrentamiento al Cambio Climático, Tarea Vida, y en el cumplimiento de las metas asumidas en su Contribución Nacionalmente Determinada, a pesar del recrudecimiento del bloqueo impuesto por el Gobierno de Estados Unidos.

La reducción de los efectos del cambio climático tendrá que venir el grado de responsabilidad tangible de cada quien, para que todo no concluya en papeles estrujados que ni siguiera queden como burdo registro a cuenta de un horripilante crematorio climático.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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