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martes, 5 de noviembre de 2024

Blindaje indispensable

Bielorrusia amuralla sus fronteras occidentales ante las amenazas de la OTAN...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 07/09/2021
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Alexander Lukashenko
Con la dirección de Alexander Lukashenko, resguardó el control público sobre las ramas claves de la economía, y no ha cejado terreno frente a las tentaciones de pasar al lado de la OTAN. (Tomada de dw.com)

Controlar Bielorrusia no es solo para el hegemonismo sumar un territorio más a  su equipo de feudatarios. El país no es un espacio en medio de la nada ni un inmediato paisaje inconexo, ni por su pasado ni su presente. Mucho menos por su trazado geoestratégico como ancho corredor entre Rusia y un oeste de Europa hoy cuasi otanista.

Con su divisoria este en el centro-occidente ruso, la norte en las repúblicas bálticas, la sureña en Ucrania, y la oeste en Polonia, la ex república soviética  bielorrusa es un puente hacia el corazón de Moscú que, pese al tajo de la URSS, nunca cedió a la loca fiesta bajo los dinteles de la restauración del capitalismo salvaje.

Por el contrario, con la dirección de Alexandr Lukashenko, resguardó el control público sobre las ramas claves de la economía, protegió y desarrolló los inclusivos programas sociales heredados del socialismo, y no ha cejado terreno frente a las tentaciones de pasar al lado de la OTAN.

En consecuencia, y con más empeño luego de desestabilización de Ucrania, sobre Minks han pesado con fuerza incrementada las agresiones y presiones de Occidente para que desvíe su camino y rompa sus lazos históricos con el Kremlin, de manera que la agresiva entidad atlántica logre colocarse totalmente a escasos metros de las fronteras rusas.

Esas posiciones de Lukashenko motivaron en fecha reciente la fracasada intentona organizada por Washington y sus aliados para repetir en Minks el escenario golpista airoso en Kíev, y son la honrosa causa de las constantes sanciones, campañas mediáticas y los movimientos militares amenazantes de la OTAN cerca de las barreras bielorrusas.

De hecho, hace apenas unos días, altos cargos militares de ese país denunciaron los vuelos de aviones militares norteamericanos y de sus aliados en los límites del espacio aéreo nacional, en lo que estiman maniobras en torno a posibles bombardeos futuros, y burdas acciones de reconocimiento  de un virtual campo de batalla.

Y como precaver es evitar lamentos, y responder a provocadores requiere de oportunas y realmente disuasorias medidas,  en reciente dialogo entre Alexandr Lukashenko y su par Vladímir Putin, se dispuso el inmediato despliegue permanente  en la región bielorrusa de Grodno, en el occidente del país, de una división de los modernos sistemas de defensa antiaérea rusos S-400, que se unen a las baterías de otros tipos de armamento coheteril ubicados en Kaliningrado, en el extremo más al oeste de Rusia dentro de su porción europea.

El presidente bielorruso también precisó que la fuerza aérea nacional recibirá el apoyo de un importante número de aparatos rusos de combate dotados de un eficaz armamento con capacidad para parar en seco cualquier aventura militar foránea.

Medidas sin dudas de un alto valor defensivo y que no deberían ser pasadas por alto por quienes, desde los tiempos de la URSS, han tildado al gigante euroasiático como “un formidable enemigo a batir” , ya fuese estimulando a la contrarrevolución interna y las invasiones militares extranjeras apenas triunfante la Revolución de Octubre; consintiendo y azuzando a Hitler contra Moscú en los días de la Segunda Guerra Mundial; o estableciendo el riesgo de conflicto nuclear con la Unión Soviética durante los trastornados tiempos de la Guerra Fría.

En consecuencia, y dentro de tan perturbado y prolongado esquema, la Bielorrusia post soviética ya no solo es hoy una piedra de por sí en el pretendido y renovado camino hegemonista hacia el Este, sino además parte evidente de un dueto defensivo con Rusia que no es ni será fácil de roer.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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