Al maestro Jesús Ortega se le considera como uno de los pilares de la Escuela Cubana de Guitarra. Hace 60 años, el Premio Nacional de Enseñanza Artística 2005 tuvo el privilegio de asistir a las reuniones con el líder histórico de la Revolución, Fidel Castro Ruz, en la Biblioteca Nacional de Cuba donde se gestaron las bases para la futura Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).
El guitarrista contaba en ese momento con apenas 26 años y trabajaba en la organización de lo que después sería el Consejo Provincial de Cultura de La Habana que inició su funcionamiento, al año siguiente, junto con el Consejo Nacional de Cultura. Por indicación de la doctora Vicentina Antúñez, el joven asistió al encuentro que ha pasado a la historia como “Palabras a los intelectuales”.
“Aquello fue realmente impresionante y sorprendente porque vimos reunidos a una gran cantidad de intelectuales de alto rango. En primer lugar estaban los grandes nombres que todos conocemos: Nicolás Guillén y Alejo Carpentier”.
Al decir de Ortega, en ese encuentro, signado por la diversidad, participaron Osvaldo Dorticós Torrado, presidente de la República de Cuba entre 1959 y 1976; Carlos Rafael Rodríguez, fundador del otrora Partido Socialista Popular a quien califica de hombre muy abierto al arte, integrantes de la publicación de dudosa orientación ideológica Lunes de Revolución, dirigida por el escritor Guillermo Cabrera Infante, y artistas del Movimiento de los Pintores Abstractos.
“Había mucha duda e incertidumbres sobre el futuro de la cultura cubana. Fidel fue muy receptivo a todos los planteamientos que se realizaron durante las dos primeras reuniones (16 y 23 de junio de 1961) y nos dio una lección, a todos los que estábamos allí, de justeza, de principios, con una actitud totalmente libre, abierta, permisiva en un sentido muy amplio que se resumió en aquella frase: “Dentro de la Revolución, todo. Contra la Revolución, nada”.
En opinión del también compositor, “Palabras a los intelectuales” marcó el espíritu de la futura organización que representaría a la vanguardia artística cubana:
“Creo que la UNEAC nació realmente con esas palabras porque Fidel llamó a la unidad de todos los artistas, fuera cual fuera su manifestación. Eso es para mi, en esencia, lo más importante del discurso que nos convirtió a todos en hacedores de aquel milagro, de aquel hecho cultural gigantesco que es la Revolución cubana”.
EL PALACETE NÚMERO 351
Después del suicidio del banquero Juan Gelats, propietario de la mansión ubicada en 17 y H, en El Vedado habanero, el inmueble se encontraba vacío aunque ya se había pensado convertirlo en la casa de los artistas y escritores mucho antes de las reuniones con Fidel, asegura Ortega.
“A mi me encargaron en un momento determinado custodiar la casa, junto con el compañero Jorge Hart. Estuvimos cuidándola y preservando las maravillosas piezas de arte que tenía en su interior ese inmueble de gran perfección arquitectónica que además estaba muy bien amoblado”.
En un acto muy sencillo, el 14 de abril de 1961, el Comandante Ernesto “Che” Guevara hizo entrega oficial del mazo de llaves del palacete número 351 al poeta Pablo Armando Fernández, quien luego sería uno de los fundadores de la UNEAC.
El pedagogo recuerda que la sala Rubén Martínez Villena era el garaje de la casa, y la actual sede de la Asociación de Músicos era el taller de mecánica automotriz donde se arreglaban los carros del banquero.
MOMENTO FUNDACIONAL
En el Salón de los Embajadores del Hotel Habana Libre se celebró el Primer Congreso de Escritores y Artistas de Cuba. El acto de clausura aconteció en el teatro Chaplin (Karl Marx), de la barriada de Miramar, el día 22 de agosto con las palabras del Comandante en Jefe.
Allí se elegió a la primera Junta directiva de la UNEAC. Precisa el instrumentista que estaba integrada por 60 personalidades indiscutibles de todas las manifestaciones artísticas y literarias: el poeta Nicolás Guillén como presidente; Alejo Carpentier, como primer vicepresidente y Lezama Lima, al frente de otra de las vicepresidencias.
El promotor cultural refiere que en el Congreso se debatieron importantes temas que preocupaban a los delegados, entre ellos, los valores de la música de Los Beatles, los del incipiente movimiento del rock y del llamado feeling cubano.
Ortega explica que la primeras secciones (actualmente asociaciones) que se crearon fueron: música, artes plásticas y literatura. Posteriormente, apunta, se incorporaron artes escénicas y cine, radio y televisión.
DESDE LAS AULAS
Para el Maestro de Juventudes (2015), premio que otorga la Asociación Hermanos Saíz, la presidencia de la UNEAC siempre se ha preocupado por la formación de las nuevas generaciones.
“Es la continuidad. Los principales artistas de nuestro país han estado vinculados a los procesos docentes y formativos. En las artes plásticas podemos mencionar a Nelson Domínguez, Roberto Fabelo y Flora Fong”.
Por razones económicas perentorias, Ortega había iniciado su camino como pedagogo en la misma escuela donde se formó: el Conservatorio Municipal de Música de La Habana (Amadeo Roldán).
Allí impartió clases de música de cámara y práctica de conjunto. De igual manera, dirigió el Conservatorio un tiempo, siempre que se lo permitieron sus otras responsabilidades en el ámbito musical.
“Cuando se fundó el Instituto Superior de Arte (ISA), en 1976, con el doctor Mario Rodríguez Alemán como primer rector, mi maestro Isaac Nicola, Leo Brouwer y yo hicimos los planes de estudio, pero no podíamos ejercer como maestros porque no éramos universitarios. En esa situación se encontraban todos los grandes músicos hasta que en un momento determinado fuimos habilitados por el entonces Ministro de Cultura”.
En la década de los 80, cuando Carlos Fariñas era el decano de la Facultad de Música, el maestro Ortega comenzó a impartir clases en el ISA. Por esa labor recibió un Doctorado Honoris Causa en Arte (1996).
“Creo que fue en 1982 cuando mi maestro Nicola decidió jubilarse y yo pasé a ser el jefe del departamento de guitarra. Hace unos cinco años le pasé la batuta al guitarrista Esteban Campuzano, pero me he mantenido como docente. Conservo mi condición de profesor consultante”, concluye el miembro de honor de la UNEAC.
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