Que sus realizadores hayan elegido expresarse en ese género no significa que las historias contadas sean solo divertidas porque en cada personaje hay un drama humano representado, hay un correlato que trasciende el deporte.
La idea sobre la que se asienta la serie, el detonante temático, es una burla, parte de un absurdo desde el punto de vista deportivo: a un entrenador de fútbol americano le ofrecen un contrato para dirigir a un equipo de la Premier League. Cuando ese entrenador —un norteamericano de Kansas— acepta ser director técnico en el más alto nivel del fútbol, un deporte del que desconoce todo, convierte la burla en una broma de dimensiones mayores.
Sin embargo, Theodore Lasso, el entrenador, no es un estadounidense irresponsable y arrogante, como la aceptación del contrato pudiera hacernos pensar, que menosprecie al fútbol (soccer en su país), sino que su ignorancia esencial sobre las motivaciones del deporte profesional (él entrenaba universitarios) y la situación personal por la que atraviesa, le llevaron a esa (mala) decisión.
Pero está la otra cara de la moneda: ¿A quién se le ocurre contratar a un técnico para dirigir el equipo de un deporte que desconoce? Justamente a la dueña del club, Rebecca, porque su objetivo es hundirlo, condenarlo de manera inequívoca a la derrota.
Así como Ted Lasso ignora los fundamentos y las reglas del fútbol, pero toma las riendas del club Richmond, el espectador no tiene que ser un conocedor de ese deporte para disfrutar de la serie porque el juego solo forma parte del escenario, pero no es lo principal, de hecho hay muy poca actividad deportiva en los capítulos.
Mas, si apenas rueda el balón en el terreno, sí hay mucha acción en los vestidores, la oficina, las viviendas, los pubs, el espacio por donde se mueven los jugadores, la jefa, los empleados, los técnicos, los periodistas, los fans, como parte de la comunidad donde se asienta el club.
Ted Lasso fue pensada para cambiar de canal las emociones en el primer año de la pandemia, para llevar espíritu de signo positivo y sentimientos de solidaridad, empatía y resiliencia a los televidentes, tal como aconsejan los psicológos para enfrentar esta dilatada tormenta viral.
Cada personaje de la serie deberá lidiar con conflictos de diversa naturaleza —ruptura matrimonial, traumas familiares, abusos paternos, temores, prejuicios, dudas— que en algunos casos —como el del director técnico— pueden presentar mayor complejidad, tanto que para conocer su origen deberemos esperar el final de la segunda temporada.
Tomar como centro temático los trastornos humanos que pueden gravitar en torno a un colectivo del deporte profesional es un propósito muy loable porque no es habitual en la producción audiovisual y cuando lo hace no establece una escala tan general, desde la dueña del club hasta el último de los empleados.
El espíritu bonachón, amigable, extrovertido, del director técnico del Richmond, interpretado magistralmente por el actor Jason Sudeikis, penetra en cada espacio del club y genera cambios de comportamiento. Para Ted Lasso, lo importante, más que el triunfo deportivo, es mejorar a los seres humanos que están bajo su dirección. Y esa parece ser la idea que quiere proyectar la serie hacia los espectadores, la del deporte como vehículo de crecimiento humano, como vínculo entre ejecutivos, técnicos y jugadores.
Pero así como va contra toda lógica que un técnico dirija el equipo de un deporte que desconoce, poner el éxito deportivo en un segundo plano es algo impensable en los escenarios de élite del deporte profesional. Allí el triunfo en el terreno de juego —así como las ganancias financieras— es la meta siempre, a costa de cualquier sacrificio humano.
En Ted Lasso hay numerosas muestras de comportamientos ejemplares, como la costumbre de Higgins —el inefable director de comunicaciones— de invitar a los jugadores de otros países que militan en el conjunto (la mayoría) a celebrar la navidad en su casa; o el tratamiento respetuoso y considerado del entrenador hacia el más humilde de los trabajadores el primer día en que llegara al club. La evolución de ese personaje, cuyo protagonismo irá aumentando, va a desencadenar significativos movimientos en la trama. A él está dedicado el último plano de la segunda temporada, una proyección de lo que tal vez suceda en la tercera, un guiño sarcástico sobre lo extraña que puede ser la naturaleza humana.
Quien vea Ted Lasso solo como una serie entretenida está perdiendo la mitad del jugo. Una lectura detenida permite ver que es una broma de largo alcance, un inquietante relato que nos reta —culturalmente— en cada diálogo, en cada escena, aunque no siempre nos damos cuenta.
Entre las primeras imágenes que tenemos de Ted Lasso, propiamente en la segunda escena, él va en un avión hacia Londres junto a su amigo, el coach Bear. Ted ha ido al baño y regresa a su asiento, donde reposaba un ejemplar de The Dharma Bums, la novela de Jack Kerouac que tanta influencia tuvo en la contracultura hippie. Así vemos que mientras el coach se está informando sobre las particularidades del fútbol, quien será el director técnico del Richmond lee a uno de los íconos de la Generación Beat.
En esa secuencia, en apenas unos segundos, se nos brindan elementos esenciales para contrastar ambas personalidades y comenzar a conocer al protagonista. Pero la visión de la cubierta del libro es un flashazo, casi subliminal. Si estás muy alerta puedes ver el nombre del autor; en cambio, para leer el título debes poner pausa en la reproducción, hacerle una foto y ampliar la imagen.
Que Ted Lasso esté leyendo a Jack Kerouac no significa que sea un hombre culto. Al parecer está viendo una hipotética versión muy popular de la novela llevada a la historieta (por la ilustración que tiene). Un rato más tarde, cuando llega a Londes, le muestran Tower Bridge, uno de los símbolos más conocidos de la ciudad, pero él lo ignora. Responde con un chiste. Ese es su estilo.
Los parlamentos de Lasso están sazonados con anécdotas y referencias tomadas de la cultura pop. Cuando Rebecca, la dueña del club, le ofrece un té, otro símbolo inglés, él lo rechaza con otro chiste. Ni siquiera es consciente de esa torpeza. La confrontación cultural apenas comienza. Luego vendrán los desencuentros con los jugadores, los periodistas, los fanáticos, pero las cosas van a cambiar. Bastante. Y él será el factor de cambio.
Ted Lasso es una obra paródica, satírica, para reír y pensar. Una broma colosal, como dirían Virgilio Piñera y Milan Kundera.
TED LASSO HA RECIBIDO LOS SIGUIENTES PREMIOS (NO ESTÁN TODOS):
- Premio Primetime Emmy 2021 por Mejor Serie de Comedia.
- Premio Primetime Emmy 2021 a Jason Sudeikis por Mejor Actor Principal en Serie de Comedia.
- Premio Primetime Emmy 2021 a Hannah Waddinghan (Rebecca) por Mejor Actriz de Reparto en Serie de Comedia.
- Premio Primetime Emmy 2021 a Brett Goldstein por Mejor Actor de Reparto en Serie de Comedia. (El intérprete de Roy Kent, jugador y capitán del Richmond).
- Premio Primetime Emmy 2021 a Mejor Guion en Serie Nueva.
- Premio del Sindicato de Guionistas 2021 a la Mejor Serie de Comedia.
- Premio Globo de Oro 2021, 2022 a Jason Sudeikis por Mejor Actor de TV en Serie de Comedia o Musical.
- Premio del Sindicato de Autores 2022 a la Mejor Interpretación de Reparto en Serie de Comedia.
- Premio del Sindicato de Actores 2021, 2022 a Jason Sudeikis por Mejor Actor en Serie de Comedia.
- Premio de la Crítica Televisiva 2021 por Mejor Serie de Comedia.
- Premio de la Crítica Televisiva 2021 a Jason Sudeikis por Mejor Actor en Serie de Comedia.
- Premio de la Crítica Televisiva 2021 a Hannah Waddinghan por Mejor Actriz de Reparto en Serie de Comedia.
- Premio de la Crítica Televisiva 2021 a Mejor Casting en Serie de Comedia.
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