La nave del olvido (2020), ópera prima de la chilena Nicol Ruiz Benavides que compite en el 42 Festival de Cine de La Habana, recordará a otras películas que hemos visto recientemente, como Deux o Entre nosotras (Filippo Meneghetti, 2020), incluso por temática, a Retrato de una mujer en llamas (Céline Sciamma, 2019) y ese precioso documental que lleva por nombre Un amor secreto (Chris Bolan, 2020). Pero las circunstancias son otras y los personajes también.
El relato pareciera justificarse ahora por la muerte del marido de una de las protagonistas, cuando en rigor de cuanto se trata es de intentar ser, así sea en poco tiempo, la persona que siempre se aspiró a ser. Ruiz Benavides asienta la historia de este amor crepuscular en el contexto rural. Acaso por su cerrazón ―como esos pueblos de provincia de algunas películas de Luis García Berlanga― lo campestre tiende a complicar estos amores entre personas del mismo sexo. Estar más al corriente de lo que se vive es cuestión citadina de las grandes urbes. El tratamiento LGTBIQ deviene sospechoso, cuando no exótico, sobre todo exótico, a no ser que se trate de Tierra de Dios (Francis Lee, 2017).
Sin embargo, La nave del olvido, aunque tenga que partir de lo estrictamente humano como es de esperar, lo que ha pasado desde hace siglos, no incurre en lugares comunes. Claudina (Rosa Ramírez) es una anciana de campo. Toda su vida ha estado anclada a ese lugar. Tiene ya 70 años y, cuando menos se lo espera, experimenta un choque emocional jalonado por lo sexual. De manera que se le presentan dos caminos: asumir lo que su cuerpo y espíritu le piden o apagarse como se apagan tantas mujeres frustradas y condenadas al interior hogareño. Gracias a otra mujer, Claudina comienza a vivir esa otra vida que le renueva la existencia.
En el capítulo “¿Qué es una buena película gay?” de su libro Nuevo cine queer, B. Ruby Rich confiesa:
Tengo muchas ideas, de las más mundanas a las más épicas. Quiero películas postsalidas del clóset y posresolver las cosas; algo lleno de sexo, romance, tragedia y la vida fuera de la relación. Quiero ver ala novia malvada manipular a una tierna criatura y seducirla aese círculo especial del infierno por las lesbianas. Quiero ver el jueguito sexual vividor en búsqueda de su nuevo papi rico. Quiero que el telón se levante para todos esos sucios secretos de las lesbianas: los juegos de poder, la lujuria desnuda, la transferencia enfermiza, la caza furtiva de amigas. Y quiero la íntima cercanía de la vida cotidiana reinventada estéticamente, remodelada para nosotrxs. Quiero pistas, indicaciones, profecías, jugueteos y revelaciones.1
Pero La nave… privilegia una trama sobre la construcción del amor. Y lo hace de forma arriesgada por la sensualidad y belleza que la cineasta logra aprovechar de sus actrices principales:Rosa Ramírez y Romana Satt, sin olvidar el papel fundamental que desempeña Gabriela Arancibia. Ramírez ha dicho a propósito de su personaje: “Hablar de la sexualidad en mi país es bien difícil, todavía se castiga la homosexualidad y para mí fue un desafío en lo personal pero también un regalo la posibilidad de trabajar en el cine de la mano de una mujer que no conocía un tema del que necesitamos hablar”2.
He aquí ese cine que viene a hablar más que de la diversidad de cuanto somos y merecemos ser. De aquí también un diálogo muy diferente desde el paisaje rural que acoge sin contratiempo una verdadera historia de amor, hasta esa estética bien escogida y acogida por su directora para sustentar un relato sobre la libertad personal que cada quien tiene derecho a elegir.
Referencias bibliográficas:
1 Rich, B. R. (2018). Nuevo cine queer. México: Duke University Press, p. 47.
2 S. C. (15 de noviembre de 2020). ‘La nave del olvido’, una historia de “liberación” sobre el amor en Chile. Huelva Información. Recuperado de https://www.huelvainformacion.es/huelva/nave-olvido-historia-liberacion-Chile_0_1519948374.html
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