Nació el 3 de julio de 1924 en Matanzas, Cuba. Falleció hace solo unos días, el pasado 8 de noviembre, a los 97 años, en Ciudad México.Amalia Isabel Rodríguez Carriera, más conocida como Amalia Aguilar, fue una de las cuatro grandes rumberas cubanas que, entre los años cuarenta y cincuenta, revolucionaron el cine musical mexicano enmarcado hasta entonces en los compases de rancheras y boleros. Fueron las restantes, María Antonieta Pons (1922-2004), Ninón Sevilla (1921-2015) y Rosa Carmina (1929), la única que aún vive, con 91 años, según tengo entendido en Barcelona, España.
Llegaron de la vecina isla como un verdadero tsunami de ritmo, frenético contoneo de hombros y caderas, voluptuosidad provocativa y erotismo seductor a los centros nocturnos y pantallas de México, y así protagonizaron todo un capítulo en la historia cinematográfica de ese país, el cine de rumberas. Para beneplácito del público masculino y alarma de las ligas de la decencia femeninas, desplazaron sobrenombres como el Ruiseñor de las Américas y el Tenor Continental, de un Pedro Vargas, o el Músico Poeta y el Flaco de Oro, de un Agustín Lara, por los de Torbellino Tropica, Fuego Caribeño o, en el caso de Amalia Aguilar, por su particular ímpetu danzario, la Bomba Atómica.
La historiografía de cine mexicana suma a este cuarteto a una representante local: Mercedes (Meche) Barba (1922-2000), de quien se dijo que su rumba era “más mesurada y refinada” que la de las cubanas, lo cual, visto desde hoy, más pudiera parecer producto de las limitaciones de su ADN que de un estilo propio. No obstante, el autor Fernando Muñoz Castillo la incluyó junto a nuestras cuatro compatriotas en su libro Las reinas del trópico, publicado en 1993.
Todas fueron infatigables artistas del espectáculo y emprendedoras y exigentes profesionales, independientemente de que sus desempeños interpretativos cuando intentaban actuar en seriono estuvieran a la altura de sus prodigiosas faenas corporales. En cuanto a Pons, Sevilla, Carmina y Aguilar, explotaron hábilmente su talento con el deliberado propósito comercial de brindar una imagen exótica y licenciosa del mundo del Caribe; México puso la industria. Fueron cubano-mexicanas en toda la extensión de la palabra, pero nunca olvidaron sus raíces.
Nací con muy buena estrella
desde el vientre de mamá
Doña Regla se llamaba
y Don Oscar mi papá.
En aquel barrio de pueblo
mi madre allí me parió
su gente, muy bailadora
santeros de profesión.
Con una vocación artística precoz, Amalia formó de niña un dúo de baile con su hermana Cecilia, Las hermanitas Aguilar, segundo apellido paterno. Actuaron con la Compañía de Teatro de Cuba, estudiaron ballet, fueron alumnas de renombrados profesores de baile y su desempeño en los escenarios les propició tempranamente su primera gira internacional por Centroamérica.
El compromiso matrimonial de Cecilia dejaría a Amalia en solitario. Más tarde confesaría que la disolución de la pareja no fue para ella nada traumático; quería ser solista. Es entonces cuando se encuentra con el bailarín cubano Julio Richard, quien daría un giro decisivo a su carrera. La lleva a México, donde llega con sus padres en 1945, y logra presentarla en el Teatro Lírico de México, a partir de lo cual Amalia comienza a abrirse paso por sí misma en el mundo nocturno de una ciudad desconocida, si bien con la escuela de aquella de la que provenía, La Habana, comparable en esa época ―e incluso superior―a cualquiera de las más animadas capitales de América Latina.
Debuta en el cine mexicano en 1946 con la película Pervertida, y en los escenarios llama la atención de un cazatalentos estadounidense que la lleva, en un paréntesis norteamericano de su carrera, a actuar con los Lecuona Cuban Boys, codearse con figuras como Bob Hope, Carmen Miranda y Xavier Cugat y compartir crédito con la vedette Evelyn West en un filme hollywoodense,A Night at the Follies (1947).
De regreso a México, comienza su consagración junto a Germán Valdés “Tin Tan” en Calabacitas tiernas (¡Ay, que bonitas piernas!) (1949), con Pedro Infante en Dicen que soy mujeriego (1949), con Sara García y Rosita Quintana en Novia a la medida (1949), donde aparece Benny Moré, con Rita Montaner en Ritmos del Caribe (1950) y Al son del mambo (1950), en la que comparte roles estelares con Adalberto Martínez “Resortes” y que constituye la tarjeta de presentación en el cine mexicano del también cubano ―y matancero, por añadidura― José Dámaso Pérez Prado y del ritmo que lo inmortalizaría como el Rey del Mambo.
En 1952, surge la idea de unir a Amalia Aguilar con las mexicanas Lilia Prado y Lilia del Valle en la comedia Las tres alegres comadres. La película fue un gran éxito de taquilla, y llevó a repetir la fórmula ese mismo año en Las interesadas, y al año siguiente con otros dos títulos, en los que Lilia Prado fue sustituida por Silvia Pinal: Las cariñosas y Mis tres viudas alegres. Amalia llevaba la voz ―y el baile― cantante, una voz, por cierto, en la que como ninguna de las otras rumberas conservó el acento cubano.
En 1955 interpretó su último papel protagónico en Las viudas del cha cha cha.
Esto lo llevo en la sangre
soy cubana de verdad
mi padre, talabartero
mi madre, de sociedad
ella iba al Ateneo
y al Potro Cubano, papá.
Amalia Aguilar abandonó el cine en 1955, luego de contraer matrimonio con el abogado, periodista y político peruano Raúl Beraún Bedoya, con quien tuvo tres hijos y que falleciera en un accidente aéreo en 1962. Luego haría esporádicas presentaciones de espectáculos en Ciudad México y Lima. En 2003, el director Rafael Montero la convenció para que hiciera una breve aparición en su película Dame tu cuerpo.
En 2006, la agrupación Periodistas de Cine Mexicanos (PECIME) le otorgó el premio Diosa de Plata en reconocimiento a su trayectoria artística.
Sobre su deceso, la Filmoteca de la Universidad Nacional Autónoma de México, manifestó: “Despedimos a la actriz, bailarina y rumbera Amalia Aguilar, ‘La bomba atómica’, reconocida por su participación en la Época de Oro del cine mexicano, en películas como Al son del mambo (1950) y Mis tres viudas alegres (1953)”.
La Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas, por su parte, expresó en un comunicado que lamenta “el sensible fallecimiento de la primera actriz y bailarina Amalia Aguilar, una de las más grandes rumberas de la Época de Oro del cine mexicano. La recordaremos en películas como Calabacitas tiernas (1949) y Al son del mambo (1950)”.
Dos años antes de su partida, en ocasión de celebrar su 95 cumpleaños, la eterna matancera dijo que su mayor anhelo era visitar su patria. “Bendiciones a mi Cuba donde nací, bendiciones a mi Perú donde me casé y bendiciones a mi México donde me consagré y disfruto a mi familia. Los quiero mucho y que Diosito me los bendiga mucho”.
CMQ, Cadena Azul
Teatro Martí, Hotel Nacional
Eden Concert, Cabaret Tropicana
con Las hermanitas Aguilar
son mis inicios en Cuba
lo demás, lo saben ya.
Nota:
Las estrofas son de un poema sobre los primeros pasos de su carrera artística recitado por Amalia Aguilar en una entrevista de 2007 con la presentadora Cristina Pacheco, de Canal Once, TV México.
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