Con frecuencia debemos elegir entre dos o más opciones. A veces se nos presentan situaciones sencillas, como ¿qué voy a almorzar hoy? Otras conllevan a reflexionar un poco más, como ¿qué carrera elegiré? o ¿a qué lugar me mudaré? A continuación les comento sobre cuatro efectos psicológicos que deberíamos tener en cuenta antes de tomar cualquiera de estas decisiones.
DISONANCIA COGNITIVA
Cuando hacemos una elección que contradice lo que consideramos correcto, o cuando nuestras decisiones tienen resultados negativos, se genera malestar psicológico. Para evitar esto, las personas solemos buscar inconscientemente argumentos a favor de nuestra elección, y tratamos de convencernos de que lo que hacemos es lo más adecuado.
Un ejemplo es un adicto al alcohol o a los cigarros. Sabe que la adicción es dañina para la salud, para su economía, a veces incluso para las personas que le rodean, pero se convence de mantener el comportamiento con argumentos como “mi padre lo hizo y no murió de eso”, “fui al médico y no tengo ningún problema”, “de algo me tengo que morir”.
Conocer este efecto es importante porque a veces no tomamos la mejor decisión, lo sabemos y aun así seguimos enfrascados en justificarnos en lugar de cambiar.
ELECCIONES MEDIADAS POR LAS EMOCIONES
El divulgador científico Eduard Punset asegura que se nos ha enseñado a ser muy lógicos a la hora de tomar una decisión, pero no existe una sola decisión, por muy razonable que sea, que no esté contaminada por una emoción. Incluso si tomamos una elección y no resulta satisfactoria, solemos racionalizar mediante diversos métodos para convencernos de que es la mejor.
Una muestra de esto es la existencia del marketing emocional. Este se encarga de apelar a nuestras emociones para convencernos de adquirir el producto que se vende.
No creas que las elecciones que haces son puramente lógicas. Trata de reconocer qué emociones influyen en ella para que tengas mayor control sobre tu decisión.
OBEDIENCIA A LA AUTORIDAD
Luego de la Segunda Guerra Mundial comenzó una ola de estudios que intentaban dar explicación a los sucesos ocurridos en Alemania durante la época del nazismo. Muchos de ellos demostraron que existen personas que obedecen, en ocasiones ciegamente, a las que están en el poder. A veces, incluso llegan a cometer actos atroces y a hacer cosas que no quieren.
Un ejemplo de esto es el estudio de Stanley Milgram para detectar cuánto dolor era capaz de infligir una persona a otra, simplemente porque se le pedía para un experimento científico. El resultado fue que el 65 % de los sujetos continuaron haciendo daño a la otra persona (sin saber que era un actor) y no se detenían incluso cuando el actor dejaba de dar señales de vida.
Este fenómeno nos ofrece cierta claridad sobre por qué a veces no elegimos lo que realmente creemos mejor y hacemos las cosas porque otra persona lo considera correcto, por lo general es una persona a quien creemos experta en el tema o en una posición de poder mayor que nosotros (jefes, padres, etc.)
SON LAS COSAS PEQUEÑAS LAS QUE MÁS IMPORTAN
Solemos pensar que los grandes eventos y las grandes decisiones son las que mayor influencia tendrán, pero construimos nuestra realidad a partir de las experiencias que vivimos a diario. Son las pequeñas elecciones las que nos dan la oportunidad de cambiar el modo en que percibimos nuestra vida.
Si esperamos los grandes momentos y las grandes decisiones pasaremos la vida como Penélope, en la canción de Joan Manuel Serrat. Nos quedaremos por siempre sentados en la estación, en espera de las expectativas que construimos en nuestra mente, mientras dejamos ir esos pequeños momentos que en realidad pueden ser significativos.
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