Hace unos meses Laura decidió alejarse de Facebook. La que tiempo atrás había sido su red social favorita se ha convertido en un sitio de compleja convivencia digital. La parcialización ha dividido su feed en dos bandos: los muy buenos y los muy malos. Las personas se burlan, se ofenden en público, se amenazan. No existe diálogo civilizado y todo es asombrosamente terrible de un momento a otro.
Lo anticipábamos en entregas previas desde que retomamos Mirar la Web, la vida digital ya no es un complemento de la física, sino una extensión de ella. Fenómenos sociológicos y psicológicos que conocemos de nuestras redes sociales físicas han encontrado cabida también en los espacios virtuales, esta vez, con mayor alcance.
Para comprender mejor la temática que abordaremos hoy comenzaré por ponerles un ejemplo. Lied Lorain es una joven periodista del sistema informativo, que al concluir la telenovela cubana El rostro de los días hizo un comentario en la emisión estelar del Noticiero de la Televisión Cubana. Un grupo de personas en Facebook lo encontró inapropiado, y su forma de manifestar su inconformidad fue a través de publicaciones que agredían a la joven y despreciaban su trabajo. Paquita Armas Fonseca también es una destacada periodista cubana. Desde su perfil en esta red social emitió, con respeto, su criterio sobre la actitud irresponsable de un músico en días de pandemia. La respuesta de un grupo de usuarios fue la misma: agresiones verbales, ofensas, maltrato y amenazas. Estamos en presencia de linchamientos digitales.
Como estos, existen otros tantos ejemplos que anteceden al período de aislamiento. Sin embargo, no nos habíamos percatado de ellos, o no se habían mostrado con tanto énfasis. Es válido recordar también que este tipo de manifestaciones existe en los espacios físicos desde que el ser humano comenzó a vivir en sociedad.
A tiempo de tecnologías digitales, acosos digitales, con el agravante del uso de las imágenes, en ocasiones muy negativos, en las y los adolescentes, explicó a Cubahora Aurora García Morey, Doctora en Ciencias Psicológicas. La también Profesora Titular y Profesora Consultante de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, afirmó que aun cuando estos incidentes no son propios de la crisis generada por la COVID-19, el aislamiento y el excesivo uso de plataformas digitales lo ha remarcado. “Si le sumas las necesidades propias de la edad y las exposiciones del cuerpo, retos y conductas que pueden llevar a la burla, la humillación o el chantaje, puede ser una mezcla explosiva y lesiva”, añadió.
Pero, no es algo que ocurra solamente en adolescentes. Volvamos al ejemplo de Lied y Paquita y comprobémoslo. Manuel Arias Maldonado, profesor de la Universidad de Málaga, en su artículo “Para una psicopolítica del enjambre digital”, explicó brevemente sus teorías al respecto.
En primer lugar, estableció que la innovación esta vez está dada por la complicidad existente en una multitud conectada y la velocidad de expansión de los mensajes tóxicos. Lo excepcional del fenómeno contemporáneo es que las noticias falsas, por su velocidad de difusión y su alcance global, no pueden ser desmentidas.
En otra instancia, resalta los cambios comunicacionales introducidos por estos sitios: el público se convierte en emisor y receptor de mensajes en un espacio horizontal en el que cualquiera puede participar. Todos hablamos con todos; pero no todos sabemos hablarnos.
Para Maldonado, estas áreas abarrotadas de opiniones alteran los puntos de atención y otorgan mayor protagonismo a quienes son capaces de captar la de los demás: los exaltados por encima de los moderados. El lenguaje de la autenticidad, subjetivo y coloquial, desplaza a la persuasión deliberativa.
Así, nos vemos confrontados directamente con los demás sin escapatoria posible, de forma tal que se desarrolla una hipersensibilidad tal que la víctima ataca a quien le ofende. Por otra parte, el debilitamiento de los medios tradicionales ha generado un espacio desregulado moralmente donde no existen filtros, jerarquías y tiene lugar una desintermediación que refuerza de manera natural los contenidos emocionales.
Igualmente, la profesora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), Ana Bernal Trimiño apuntó que en estos resquicios digitales los usuarios “encuentran el anonimato que en el espacio real no tienen” y que esto los lleva a expresar todo lo que no hacen cara a cara “porque genera odio”.
A ello sumemos también el anonimato. En ocasiones, conversamos con personas que no conocemos del todo. En muchas ocasiones la integridad e identidad de los interlocutores es dudosa, lo que debilita la normas de cortesía y erosiona el respeto. Según el estudio de este profesor, se ha demostrado que entre usuarios con vínculos fuertes existe una relación digital más respetuosa y rica que entre aquellos que tienen entre sí un vínculo débil o pasajero.
Las redes sociales se han convertido en un entretenimiento de masas donde indignarse y atacar a los demás es, entre otras cosas, un pasatiempo.
¿CUÁNDO ESTAMOS ANTE UN CASO DE LINCHAMIENTO?
De acuerdo con el profesor de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC Ferran Lalueza, un linchamiento tiene lugar cuando una amplia masa de personas van contra otra persona, por lo que se produce una situación de desequilibrio donde la víctima por definición siempre está en minoría y, por lo tanto, es más probable que salga escaldada.
Las redes sociales, añade, son artefactos diseñados para buscar la constante aprobación de nuestros actos y esto también puede propiciar linchamientos. “Se genera una dinámica perversa que hace que un usuario, al ver que muchas personas están atacando o insultando a un personaje público, se anime a sumarse con un disparate aún mayor, porque esto le ayudará a destacar y conseguir el apoyo de la mayoría”, ejemplificó Lalueza. Bernal-Triviño aseguró que estas situaciones pueden dar lugar al “miedo o la angustia de la víctima en algunos momentos, aunque no deben condicionar que la persona pueda llevar una vida normal”.
“Muchos usuarios tienen la percepción de que el entorno digital es como el salvaje oeste, donde no existen leyes y todo el mundo hace lo que le parece sin sufrir consecuencias, pero en realidad tenemos las mismas responsabilidades que en el mundo físico”, destacó Lalueza.
El fenómeno, aunque no logramos controlarlo del todo, sí podemos decidir formar parte de él o no. Empecemos por ofrecer ayuda a la víctima, denunciar aquellas publicaciones agresivas y lascivas, Pongamos en práctica las normas de cortesía y educación aprehendidas de la vida real.
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