¿Cómo se debe ver y comportar una madre? ¿Puede una madre usar ropa ajustada? ¿Puede beber? ¿Puede tener una pareja que no sea el padre de sus hijos?...
Las respuestas parecen obvias en el tiempo que vivimos, pero nos sorprenderíamos de todos los estereotipos que siguen marcando un rol tan complejo como el de la maternidad.
Más difícil aún es que no solo nos juzgan los otros, sino también nosotras mismas, incluso con más dureza. Ante el espejo, podemos ser expertas en criticarnos y cohibirnos.
La verdad es que si decidimos ser madres, debemos aceptar que hay códigos de vestimenta en los centros educativos, que nuestro comportamiento será siempre fuente de aprendizaje para quienes criamos, y que toda decisión que tomemos repercutirá sobre sus vidas.
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Sin embargo, la maternidad de una mujer no debe ser juzgada por sus gustos estéticos ni por tener una vida que vaya más allá de sus hijos; precisamente, una mujer feliz con su cuerpo, y que ha podido conciliar sus intereses, será una madre más estable desde lo emocional.
El éxito materno está en la felicidad de los hijos y en la propia, y no en las recetas que la familia o la sociedad dicten sobre cómo debe manejarse esa experiencia.
Es más fácil decirlo que aplicarlo, pero el primer paso debe ser revisar cuánto de nuestro modo de asumir la maternidad tiene que ver con lo que sentimos correcto, y cuánto con lo que los demás esperan de nosotras.
Las recriminaciones que nos coartan pueden venir de cualquier lado: la pareja, los abuelos, las seños del círculo, la maestras, nuestras amigas, la vecina y hasta la televisión; y frente a ello se precisa autoestima, información e instinto.
Si nos tomamos el tiempo de escuchar nuestro yo, aparecerán las respuestas, y tal vez nos pondremos esa ropa, empezaremos esa carrera, renunciaremos a aquel trabajo, aceptaremos una relación, y, en fin, nos atreveremos, con nuestros hijos de cómplices y compañeros de viaje.
Ello asegura que no los culparemos en un futuro de sueños truncos, y no los responsabilizaremos por una felicidad que, en primera instancia, es responsabilidad nuestra labrar.
- Consulte además: Madre, mujer... ¿en qué orden, con cuáles culpas?
Las madres necesitamos el tiempo del amor propio, de la aceptación, y el crecimiento personal. Eso implica también acoger el nuevo cuerpo, con las marcas en la piel, el cansancio, y las preocupaciones; y entender a la mujer que nace junto con un bebé.
Ante el espejo felicitémonos por el esfuerzo de cada día, por la decisión de ser la mejor mamá que podemos, y démonos el impulso para asumirnos como somos y caminar hacia la que queremos ser. Todo lo demás sobra.
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