Quizá las festividades de cierre e inicio de año te pusieron, como a mí, en modo madre nostálgica. Quizá miraste a tus hijos y los notaste tan crecidos, tan hermosos, tan más ellos y menos “bebés de mamá”, que pensaste ¿cómo se ha ido tan rápido el tiempo? ¿Será que un día estarán lejos y este momento de caos será una añoranza?
Porque sí, crecen sin que podamos evitarlo, se hacen más independientes, las ropas se les vuelven pequeñas… y a nosotras, atrapadas en el deseo imposible de llegar a todo con un desempeño óptimo, se nos escurren como por arte de magia los meses y hasta los años; no se sabe cómo, si a veces los días parecieran tener cien horas, de tan largos y cansados.
Por eso, en 2024, mi meta más importante, para ser una mejor madre, es pasar tiempo de calidad con mis hijos; lo cual no quiere decir necesariamente más horas a su lado, sino disfrutar con plena conciencia los momentos que tenemos: mirarlos, abrazarlos, olerlos, compartir sus fantasías y juegos.
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Para lograrlo, obviamente, hay que soltar: el trabajo excesivo, el perfeccionismo, las expectativas demasiado elevadas… Se trata de fluir, de recordar que maternar es, ante todo y además de una tarea de cuidados de 24 horas, un sentimiento.
El amor se debe sentir suave, y los reacomodos y las conciliaciones, en tanto llegan a la sociedad, deben comenzar por nosotras.
Mucho mejor si tenemos una red de apoyo sólida y extensa; pero si no, con mucho amor propio, calma y determinación de recomenzar cada vez, es posible una maternidad más amable con nosotras mismas y con nuestra descendencia.
Creo que nada habría peor que mirar atrás y sentir que pasamos como zombies por las infancias de los seres que más amaremos en nuestras vidas; que ocupadas en vestirlos, calzarlos, alimentarlos y alfabetizarlos (que ya es mucho, lo sé), además de tener una vida como mujeres, no disfrutamos verdaderamente sus palabras inventadas, sus historias locas, sus expresiones únicas…
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Ese mayor enfoque en ellos, flexibilizando prioridades, repercutirá en la relación mutua, y también en el recuerdo que tengan de la niñez: ¿qué niña y niño no quiere una mami divertida, menos estresada y apurada?
Que no siempre será posible, claro; que explotaremos alguna vez (o muchas) como mala croqueta frita, claro; la cuestión es bajarle intensidad a la marcha, disfrutar el viaje, rectificar cuando se deba, sin perder de vista que cada día del año estamos asumiendo un trabajo importantísimo: ¡criamos a un ser humano!
La meta para 2024 es amar, y hacerlo desde valores positivos y conocimiento. En ese sentido, esta columna seguirá en su propósito de contar las experiencias y aprendizajes de una madre, para compartirlas con otras madres y padres, o con cualquier persona interesada en contribuir con crianzas más respetuosas, y mostrarlas tal cual son: maravillosas y difíciles, contradictorias y sublimes.
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