La vida es un incesante flujo. Imparable –aunque a veces parece detenerse– el tiempo nos conduce del vientre de nuestras madres a la respiración final. Sin embargo, definida por sus anhelos, nuestra especie ha buscado la forma de segmentar ese largo camino.
Necesitamos esos periodos de descanso y de reactivación. Parar y luego retomar las mismas metas u otras nuevas, sentirnos dueños del destino propio, luchar por la felicidad nuestra y la de los nuestros.
Aunque el mundo de hoy nos compulsa a ser siempre productivos, a tener proyectos, a estar ocupados a toda hora, y nos ha culpabilizado hasta del descanso, es lícito e imprescindible pausar, más si se es madre.
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Conectar con hijas e hijas y crearles recuerdos memorables pasa también por priorizar a la familia y su esparcimiento en común. Por eso retomo hoy la columna, que estuvo detenida todo agosto.
En ese mes viajamos a casa de los abuelos, nos bañamos en la playa y en una minipiscina, nos probamos el uniforme escolar, comimos dulces, vimos películas de muñequitos, ignoramos (no del todo) el teléfono móvil, leímos, caminamos…
Y se logró el efecto buscado, tener ganas de volver a las no vacaciones, con sus responsabilidades, rutinas, y horarios complejos. Porque sí, también hay que disfrutar la belleza del día a día, por ahí creo que está el sendero a la felicidad.
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Ya llevamos una semana de septiembre. Mi hija mayor está en preescolar, mi hijo pasó a un salón del segundo piso en el círculo infantil. Ahora además plancho uniformes, me preocupo por útiles escolares y por los nuevos aprendizajes.
La noche de ayer, mi esposo y yo leíamos, y mis hijos miraban la película de Aladino, a cada rato intercambiaban entre sí sobre la trama. No me preguntaron nada, no me pidieron agua, ni acostarse sobre mí. Y caí en cuenta: ya no tengo bebés. Han crecido.
Este inicio de septiembre es distinto. Es el inicio de una etapa nueva: crecen ella y él, pero debo crecer yo también como madre, porque son otras sus necesidades y de nada vale quedarse amparada en el “siempre serán chiquitos para mí”. Reiniciar cada vez que haga falta es también parte de la maternidad.
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