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viernes, 22 de noviembre de 2024

¡Criemos personas lectoras!

Fomentar el hábito de la lectura en nuestras hijas e hijos requiere tres aspectos esenciales: ejemplo, constancia y paciencia...

Yeilén Delgado Calvo
en Exclusivo 11/11/2023
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Hábitos de lectura
Regalar a un niño el hábito de la lectura es legarle un mundo más ancho y feliz. (Obra de Mónica Caruncho Fontela).

Con nuestras sesiones de lectura antes de dormir podría filmarse algún corto cómico: yo leo “entonces el lobo…”, y mi hija me interrumpe: “mamá, a ver, mamá, ¿y el lobo es bueno o es malo? “Es malo”, le digo y trato de seguir, “entonces el lobo gritó…” Y vuelve ella a la carga: “pero ese lobo por qué grita”.

A eso se suman los aportes de mi hijo, que también hace lo suyo. A los diez minutos ya estoy agotada y no he avanzado ni dos páginas. Sin embargo, disfruto mucho ese interés de ellos, que escogen los libros que quieren leer, y se ríen como locos cuando Chamaquili habla sin tapujos del pipi o de la caca.

Ha sido difícil empezar el hábito y también sostenerlo. Casi siempre llego a esa hora de la noche muy cansada, ansiosa por leer tranquila algo para mí o simplemente dormir. Pero el sacrificio vale la pena.

En la infancia, la lectura es un ejercicio mental muy beneficioso para fomentar la comunicación, la imaginación y el lenguaje, y para adquirir nuevos conocimientos.

Llegar a la comprensión lectora –que va mucho más allá del proceso mecánico de leer–implica que se den de forma coordinada procesos mentales, como la atención, la memoria y la percepción, los cuales permiten comprender, procesar y analizar el significado de lo que se lee.

Además de que las niñas y los niños amplíen su vocabulario, mejoren su ortografía, memoria y agilidad mental, y aumenten su nivel cultural, leer también los ayuda con la capacidad de abstracción, la gestión de las emociones y estrecha la relación con aquellos adultos significativos en su vida que los acompañan en esa aventura.

Es un error pensar que la lectura empieza con la escolarización. De hecho, si dejamos el proceso de familiarizarlos con los libros y la lectura para cuando sus maestros les hayan enseñado a leer, es muy probable que lo asuman como algo obligatorio y no placentero.

Por eso a leer se aprende antes de saber leer, y no es un sinsentido: las habilidades que permiten desarrollar esta actividad empiezan a formarse desde que son bebés. Si bien todos lo hacen a su propio ritmo, en internet están disponibles los hitos según las edades, que nos pueden servir de mucho para estimularlos y orientarlos.

Por ejemplo, los niños de entre tres y cuatro años conocen la manera correcta de sostener y usar un libro, entienden que se lee de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo, empiezan a darse cuenta de las palabras que riman, y vuelven a contar las historias.

Lo primero es dar el ejemplo. Los pequeños de casa aprenden por imitación, si nos ven leyendo con regularidad hay muchas más probabilidades de que quieran leer a su vez.

Es imprescindible también crear una rutina diaria: un momento del día, puede ser apenas una media hora, para leer. Si es antes de dormir, existe el beneficio adicional de que los relaja y se convierte también en una oportunidad para abrazarse y darse cariños.

En la edad preescolar se distraen con mucha frecuencia; por eso los expertos recomiendan adaptarse a sus ritmos con mucha paciencia; no hay que regañarlos ni exigirles que se queden quietos mientras se les lee, más bien estimularlos y tratar de captar su atención, aunque sea por unos pocos minutos cada vez.

Es buena idea, asimismo, crearles su propia pequeña biblioteca: puede ser apenas una mesita a su alcance. Si bien debemos enseñarles a cuidar y respetar los libros, no deben ser objetos prohibitivos ni intocables; algunos perecerán rotos o serán rayados con crayolas, pero es apenas un precio ínfimo a pagar si logramos formar lectores para el futuro.

Otros consejos radican en dejarlos escoger qué leer, eso los hace sentirse implicados e importantes en el proceso; y también verlo como un juego, dramatizar las lecturas (narrar, actuar, hacer las voces para cada personaje), poner a leer a los peluches, disfrazarse, hacer dibujos sobre la historia; en fin, todo lo que sea divertido vale.

Como adultos somos caprichosos y a veces queremos a toda costa leerles cuentos o libros nuevos, pero releer es una de las actividades favoritas de los niños, pues se sienten cómodos captando otros detalles que no habían percibido o anticipándose. No les quitemos eso porque es positivo.

Recordemos además elegir libros apropiados para sus edades, o adecuar el lenguaje o las situaciones a su nivel de comprensión. También podemos auxiliarnos de las nuevas tecnologías (siempre y cuando los niños no tengan  problemas con tiempo excesivo dedicado a pantallas) para leerles ebooks o buscar información sobre las historias leídas.

Por último, demostrémosles que los libros no son una actividad solitaria o solo del hogar o la escuela: llevémoslos a bibliotecas públicas y librerías; incentivemos que intercambien libros con sus amigos; y hablémosles a lo largo del día de lo que leímos, o leyeron ellos si pueden hacerlo solos.

Criar personas lectoras no solo es beneficioso por el regalo espiritual y formativo que les estaremos dando, sino también para el mundo, que está urgido de menos banalidad y de más empatía y entendimiento de las cosas.


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Yeilén Delgado Calvo

Periodista, escritora, lectora. Madre de Amalia y Abel, convencida de que la crianza es un camino hermoso y áspero, todo a la vez.


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