//

lunes, 25 de noviembre de 2024

Minicuentos para comenzar la semana

Una selección de mincuentos ganadores del concurso El Dinosaurio para iniciar la semana con literatura…

Laydis Soler Milanés
en Exclusivo 27/09/2021
0 comentarios
Premios Dinosaurio
Los Premios Dinosaurio son iniciativa creada por el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso.

Para iniciar la semana con buena literatura les propongo una selección de minicuentos ganadores del Concurso El Dinosaurio, premio de los más prestigiosos de Cuba convocado cada año por el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, el Centro Provincial del Libro y la Literatura de Sancti Spiritus y el Instituto Nacional del Libro.

EL HOMBRE EXTRAÑO

(Premio El Dinosaurio – 2002)

Por: Noel García Guimeras

Te me acercas como siempre, Atilio San Juan, y me dices Señor capitán, hemos detenido a ese hombre. ¿Acusado de qué? Acusado, señor, por sus vecinos. Dicen que lo encuentran sospechoso, señor. ¿Dónde están las pruebas, Atilio? Hasta ahora no hay pruebas, pero las habrá, ya aparecerá el delito, solamente tenemos que interrogarlo y él mismo lo dirá. Déjelo libre, Atilio, quiero decirte, pero me quedo a mitad de la frase. Es cierto que no puedo detener a alguien sin pruebas de que existe un delito, pero este hombre, tal y como dices, tiene un aspecto extraño Puede ser que tenga usted razón, Atilio, este hombre debe esconder algo; además, su mirada no es normal, mira de frente, parece muy seguro de sí cuando, frente a un policía, cualquier hombre siente miedo. ¿Qué hacemos señor? Déjeme a solas con él, Atilio. A ver, dígame su nombre. Pérez, señor, mi nombre es Pérez. Confiese, señor Pérez, ya lo sabemos todo: sabemos quién es usted, quiénes son sus amigos y las actividades que realiza. No tengo amigos, señor: no realizo esas actividades que usted piensa. ¿Cómo sabe lo que estoy pensando? ¿A qué se dedica usted, señor Pérez? Trabajo en un bar, señor. ¿Y dice usted que no tiene amigos, aún trabajando en un bar? Conozco a muchas personas que pasan por el bar, pero ninguno de ellos es mi amigo. Digamos entonces que son sus cómplices, ¿o es que lo hace solo? Vivo solo, señor, pero no sé de qué usted me habla. De sus actividades ilegales, señor Pérez. Es imposible vivir aquí y no cometer alguna ilegalidad, y cuando sus vecinos lo acusan por algo grave es. Señor, no soy un ladrón… nunca le he robado a nadie, ni siquiera le echo agua al ron, ni saco cigarros a las cajas… ¿Y qué más, señor Pérez? No se vende nada más en el bar, señor. ¿De qué vive usted entonces? De mi sueldo, señor, doscientos treinta pesos y centavos al mes. Usted es un mentiroso, señor Pérez. Le aconsejo que diga la verdad y así el castigo será menor. ¿Por qué usted me llama mentiroso, señor? ¿Por qué lo llamo mentiroso..?, usted mismo debería saberlo. Por fin, ¿va a confesar o no? No tengo nada que confesar, señor, le digo que soy inocente… Esto es el colmo. ¡Atilio San Juan!, venga aquí. Meta a este hombre en prisión, incomunicado, hasta que confiese. Pero, señor, qué…

¡A la orden señor! Tenía usted razón, Atilio San Juan, este hombre es un mentiroso, un farsante, pero ya tendrá tiempo de reflexionar en la soledad de la celda; te lo llevas, Atilio San Juan, veo cómo el hombre se deja conducir a duras penas, y parece asombrado, como si no esperara esto; es lo normal, todos piensan que negando la verdad pueden engañar a la policía. Lo más curioso es que ya no me parece tan extraño, en el fondo se va pareciendo a todos los que están aquí, a ti mismo, Atilio San Juan, que lo empujas hacia el oscuro pasillo que conduce a los calabozos.

NOTA DE PRENSA

(Premio El Dinosaurio – 2006)

Por: Hugo Luis Sánchez González

Se informa a la ciudadanía que el horizonte ha desaparecido. Valiéndose de la noche, el enemigo ha obrado de manera pérfida, como nos tiene acostumbrados, y al amanecer nuestras fuerzas han podido constatar a todo lo largo de la Isla que ya no existe la línea del horizonte. Si aquellos que nos quieren destruir piensan que con ello van a mellar nuestra fe en el porvenir, ya deberían tener por sabido que a nosotros nada nos asusta, que el futuro nos pertenece por entero, que nuestros principios son indoblegables y que, ante todo, estamos consagrados y somos inmortales. A quienes creyeron que veíamos en el horizonte un símbolo de esperanza, también debemos recordarles que la fe va dentro de nosotros mismos, que nos acompaña como la gloria eterna, que la historia así lo ha confirmado y que ningún espejismo, por real que parezca, nos va a engañar. Y aún más, si pudieron en sólo unas horas borrar el horizonte, con ello no han hecho más que demostrar que el horizonte fue un invento, una patraña para tratar de engatusarnos y confundirnos. Lo que verdaderamente ha ocurrido es que el horizonte jamás existió, fue una quimera que nos inocularon con la finalidad de alocar nuestra brújula y hacemos adictos a las ilusiones. Nosotros permaneceremos firmes, inclaudicables detrás de las trincheras que hemos cavado en el suelo de la Patria y que, por lo tanto, son sagradas. Si ya no hay horizonte, son ellos quienes se lo pierden.

HISTORIA SOÑADA O EL HOMBRE QUE CAMINA

(Premio El Dinosaurio – 2003)

Siempre soñé con escribir la historia de un hombre que camina. Durante toda la historia va caminando y pensando en su vida. Medita sobre lo que le ha pasado, sobre lo que está viviendo y se augura algún futuro.

A su alrededor, van cambiando los paisajes, se ven casas con las puertas abiertas, muchachas que le sonríen, viejitas que le piden ayuda, hombres que le estrechan la mano. Pero el hombre de mi historia soñada no ve nada de esto, él va inmerso en su historia, mirando hacia adentro y no tiene tiempo para ver todo esto que lo rodea

También hay otros caminantes. Algunos pasan por su lado o viceversa: en la misma dirección, otros se cruzan con él: en sentido contrario. Todos llevan en el rostro una mueca diferente y elocuente: si uno se fija bien puede detectar fácilmente la decepción, la resignación o la alegría que los embarga. Pero mi hombre que camina tampoco se entera de que hay otros, que igual que él, deambulan por los caminos y llevan en su mirada algunas experiencias, acaso útiles.

Después de mucho andar, cansado de la dureza debajo de sus pies, luego de hacer, mientras caminaba, un balance profundo -cree él- de lo que ha sido su vida, ha ratificado la misma conclusión con la que partió a pensarlo mejor: el vacío de sus días, que se repiten con insolencia en un sol que sale y se pone con indiferencia. La culpa, estaba claro, era todo aquello que lo rodeaba. Maldito lugar en el que había nacido, con tan ocres perspectivas. Entonces levanta la vista para buscar algo nuevo, una oferta tentadora para quedarse, mira hacia todos lados; pero ya para ese entonces no hay nadie, ni casi nada en las inmediaciones, en ese momento no pasan otros caminantes y ni siquiera el paisaje es acogedor: unas tierras áridas, casi desérticas.

Desilusionado de lo que ha encontrado decide regresar a casa. Emprende su viaje, ahora deshace su camino, nuevamente va pensando en sí mismo, embelesado en su paso y su pesar. Llega de nuevo a su casa de siempre y ve la invariable puesta de sol en la misma colina de todos los días.

Yo sigo soñando con esa historia que nunca puedo escribir.

LA NOTICIA

(Premio El Dinosaurio 2003 de la Editorial Letras Cubanas)

Por: Johan Moya Ramis

El emisario entró sofocado a la tienda irrumpiendo en el Consejo. ¡La han raptado de nuevo!, ¡La han raptado de nuevo!, gritaba en medio de los valientes. Hicimos silencio, consternados, sin saber qué decir, a punto de llorar algunos. Tan solo hacía unos meses que habíamos regresado de Troya.

FABULACIÓN 21

Por: Armando Abreu Morales

(Premio El Dinosaurio 2003 del Instituto Cubano de Industrias Cinematográficas)

Un hombre de la Edad de Piedra, sentado frente a una hoguera, asaba una pierna de ciervo, pero en realidad pensaba en cómo podría ir a la luna, que brillaba hermosa, como una lumbre divina en el firmamento. Cincuenta mil años después, en la sala de una casa levantada en el mismo sitio donde una vez brilló la hoguera, un hombre miraba en la prensa las noticias del espacio interestelar, donde insertaban la fotografía de una luna inmensa; pero en realidad pensaba en cómo conseguir un pedazo de carne.

LA IRREVERENCIA

(Premio El Dinosaurio – 2004)

Por: Vladimir Bermúdez García

Una mosca pasea sobre la desnuda carne de un héroe pero a nadie se le ocurre matarla. No en ese instante en que su irreverencia es notoria. ¿Acaso quien primero descubre que los héroes apestan no merece una disculpa? ¿La del héroe o la nuestra?

La mosca cree que pensamos que el héroe lo sabe y se afana una y otra vez en su irreverencia, a sabiendas de que nadie osará levantar la mano en su contra. Se equivoca. El héroe, como personaje literario, tiene licencia para espantarla. Pero si rompe las amarras de su estoica muerte dejaría de ser un héroe. La mosca lo sabe. Y se aprovecha.

Un lector, conmovido ante la escena, cierra el libro de golpe. La mosca queda atrapada. Vencido el impulso de venganza, vuelve a la página, comprueba la inmovilidad de la mosca, pasea, con total irreverencia, un dedo sobre la carne de la heroína. Pero a nadie se le ocurre matarlo. No en ese instante en que su irreverencia es notoria. ¿Acaso quien primero descubre que fabricar un héroe es tan fácil no merece una disculpa?

El lector cree que pensamos que la mosca lo sabe y se afana en su irreverencia a sabiendas de que nadie osará levantar la mano en su contra. Se equivoca. La mosca, como personaje literario, tiene licencia para levantar el vuelo. Pero si rompe las amarras de su estoica muerte dejaría de ser una heroína. El lector lo sabe. Y se aprovecha.

Quien escribe, conmovido por la escena, interrumpe el relato y cierra el libro de golpe. El lector queda atrapado. El escritor, vencido el impulso de venganza, vuelve a la página, comprueba la inmovilidad del lector y pasea, con total irreverencia, un dedo sobre la carne del nuevo héroe.

La escena se repite. Sobre la hoja se amontonan los cadáveres

*Las obras fueron tomadas del sitio web del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso


Compartir

Laydis Soler Milanés

Periodista, amante de la literatura y de la buena música.


Deja tu comentario

Condición de protección de datos