Después de marcarle de penal a Nacional para vencer por la mínima, se ha convertido en el máximo goleador del club xeneize en la Libertadores, por encima de otro mito: Martín Palermo. Su regreso a la Bombonera no ha sido todo lo rimbombante que se esperaba: el Boca está en horas bajas y no gana en casa hace varios partidos. Por eso vino al rescate del club de sus amores.
Juan es mediocampista, de los que se inventan pases imposibles, entre líneas o en profundidad, de una esquina a otra del campo o a sus espaldas. Él sabe quién es el compañero con más posibilidades de enviarla al fondo de las redes, y cuando no, chuta a puerta. Cobra las faltas como si tuviese guantes de seda en los pies. Lo suyo no es pegarle con potencia endiablada, sino colocarla con la mayor técnica posible en un sitio inalcanzable para el guardameta.
Román también es sinónimo de posesión, de conducción del balón, renegar de él es regalarle el esférico al rival, como hizo Pekerman ante Alemania en el 2006. Quizás lo notó cansado, porque él siempre luce exhausto, así sea el minuto cinco como el ciento diecinueve; si las canciones tuviesen rostros, el suyo sería el de un tango bien sufrido. Las consecuencias fueron fatales para la albiceleste: empate de los teutones a falta de diez para el final y Jens Lehmann convertido en pesadilla argentina en la tanda de penales. Fue un deja vu para Román.
Riquelme comenzó su periplo por Europa con una temporada gris en Barcelona. Al año siguiente llegó Ronaldinho y fue cedido al Villareal, donde se consagraría como uno de los mejores jugadores del viejo continente. Ganó en dos ocasiones la Copa Intertoto y terminó en un histórico tercer lugar en la Liga, pero eso no es mérito para el jugador que condujo al submarino amarillo en su primera incursión en Champions hasta semifinales. Con Pellegrini al mando y Forlán de compañero, naufragaron en semis ante el Arsenal.
Antes, habían eliminado a los Rangers de Glasgow y al Inter de Milán; en la fase de grupo clasificaron primeros por encima del Benfica, y dejando fuera al Manchester United, todos con una tradición europea monstruosa si se compara con la del equipo revelación.
La única forma de eliminarlos era con tragedia. Arsenal había ganado 1-0 en la ida. En la vuelta, en el último minuto, Valentín Ivanov señaló penal a favor del Villareal, y Riquelme era el designado para cobrarlo. Con el gol, forzaban la prórroga, y si lograban vencer a los gunners, se daría un duelo español en la final ante el Barça, y de paso un cara a cara con Ronaldinho. Pero los nervios le traicionaron y Lehmann, como si de una profecía se tratase, detuvo el disparo. Trágico: el capitán de la embarcación se hundió con su equipo.
Después regresó al Boca de sus amores y ganó la tercera Copa Libertadores en el 2007. Las anteriores fueron las dos primeras jugadas en el nuevo milenio. Y como para despejar dudas, derrotaron al Real Madrid en la Copa Intercontinental del 2000. No eran los galácticos, pero allí estaban Raúl, Figo, Casillas, Hierro, Roberto Carlos, Makelele, dirigidos por Vicente del Bosque. Dos goles de Palermo, uno a pase de Román, fueron suficientes para vencer al campeón de la Champions.
En el partido de despedida de Maradona, el Pelusa le regaló su camiseta a Riquelme. Ocho años después Román renunciaba a la selección nacional por diferencias personales con su director técnico: Diego Armando. Así terminaba su trayectoria con el equipo nacional; con ella se erigió como pilar en las conquistas del sudamericano sub-20 y el mundial sub-20 del año ’97 y luego en Beijing 2008 fue el capitán de la selección campeona de los Juegos Olímpicos.
Acumula títulos personales de toda índole, desde mejor futbolista sudamericano, mejor jugador en la historia del Villareal, máximo ídolo de la historia de Boca Juniors y hace poco el Diario Marca le otorgó el premio al mejor caño de la historia.
Román vuelve al club de sus amores porque no soporta las derrotas del Boca; es un líder, el hombre que todo equipo necesita en momentos de crisis. Sería especular, pero Forlán pudo contagiarse del espíritu del argentino cuando compartieron el vestuario valenciano. ¿Cómo explicar lo hecho por el uruguayo en el último mundial? No dudo de su talento, la calidad y la capacidad de aprendizaje de Diego están fuera de discusión, pero pudo tener un buen mentor en su compañero de equipo.
"Es demasiado para mí, no lo voy a poder olvidar nunca ", declaró cuando develaron su estatua en el museo de la pasión boquense. Él es un mito, de esos que surgen cuando más se les necesita. Ha regresado para aportar lo suyo en la mejoría de Boca Juniors; no resiste ver como encajan derrotas en La Bombonera. Juan Román Riquelme ha vuelto por amor.
RaúlG.B.7
21/3/13 8:19
Muy buen comentario sobre uno de los futbolistas que ha sido historia para el Boca; aunque muy criticado con la selección, no se puede negar que es ejemplo de abnegación, de entrega, de amor a la camiseta del club más grande de Argentina. Saludos
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