Brasil 2014: Y si eres argentino, siempre pierdes con los alemanes

Dos fallos, así puede traducirse el partido de Argentina. Primero Gonzalo Higuaín recibió un regalo del mediocampo germano y solo ante Neuer sintió la presión de Hummels y le pegó fatal. Fue un mazazo, era el 1-0 hecho y el hijo de Jorge Higuaín lo desperdició de mala manera. Luego fue Rodrigo Palacio, quien ante otra pifia alemana, volvió a perdonar e intentó un sombrero de pésima factura que terminó bien lejos de las redes del a la postre Guante de Oro del torneo.

El resto es innecesario explicarlo. Alemania dominaba y la albiceleste ponía el peligro; Messi no estuvo perfecto pero sí mucho mejor que en los encuentros anteriores. Lavezzi desbordaba una y otra vez por banda derecha y “el Pipita”, amén de su fallo, creaba peligro una y otra vez. Sin embargo, cuando la maquinaria teutona lograba superar la telaraña dispuesta por Sabella, el miedo calaba en los huesos de los sudamericanos, el mejor ejemplo fue cuando Howedes estrelló un testarazo a la salida de un córner en la madera. Ese instante que duró la jugada, los futbolistas argentinos quedaron congelados.

El primer tiempo parecía un espejismo. Los de Löw, que tan cómodos se habían visto durante todo el torneo, mantenían el control del balón pero sufrían de lo lindo. No lograban descifrar el código para penetrar la defensa albiceleste y cuando lograban adentrarse en el área, alguna pierna oportuna sacaba el balón bien lejos de la meta de Romero, apenas exigido en los primeros cuarenta y cinco minutos.

Pero Sabella, artífice de este equipo tan polémico como efectivo, comenzó a desarmar su selección y le despojó de uno de sus principales recursos: el desborde de Lavezzi, sustituido por la apatía de Agüero. Ni un regate fue capaz de realizar el delantero del Manchester City. Los germanos sintieron ese cambio, supieron que podían dejar más espacios en el fondo, y se lanzaron en una nueva búsqueda del gol.

Intercambios constantes, un partido abierto, donde la maquinaria teutona proponía y la disciplinada albiceleste destruía y contratacaba a con gran velocidad. Sin embargo, Argentina a cada minuto se volvía más imprecisa, quizás a causa del cansancio provocado por la prórroga de la semifinal, y la perfección en la zaga de los de Sabella comenzó a mostrar fisuras; la respuesta de Pachorra fue inmediata y contundente: fuera Higuaín, adentro Palacios. Una sustitución tan descabellada como la misma presencia de su equipo en aquella final.

El resto fue más de lo mismo. Alemania es siempre Alemania, con un equipo con tantos titulares como para formar dos plantillas que de ser posible y les permitieran a ambas jugar la Copa del Mundo, disputarían entre ellas mismas la discusión del campeonato. Con una calidad infinita que venían mostrando hace ya cerca de ocho años, el título de Brasil 2014 es el reconocimiento a una generación de jugadores que incluso ahora ya suenan a mitos del más universal.

Dos hombres que salieron del banquillo se encargaron de dar la ventaja en la prórroga a los suyos. Schürrle desborda y centra. Götze recibe de pecho y fusila a Romero. Fin de la historia. El fútbol es un deporte donde juegan once contra once y, si eres argentino, siempre pierdes con los alemanes.