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miércoles, 27 de noviembre de 2024

Pateando prejuicios

¿Un mundial sin sexo? Eso hay que verlo, compay…

Mileyda Menéndez Dávila
en Exclusivo 06/12/2022
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El juego y la vida
En el juego y en la vida, las reglas empiezan a cambiar. (Jorge Sánchez Armas / Cubahora)

¡Felicidades a todas las parejas fanatizadas con el mundial de patear pelotas! Con el nivel de adrenalina y los picos de testosterona que generan esos juegos televisados, no dudo que muchos terminen celebrando en su propia cancha y hasta logren los mejores golazos de la temporada invernal que ya comienza.

Me consta que incluso cuando el equipo favorito anda de baja, el sexo pos-partido conforta a los hombres y les ayuda a poner en perspectiva la amarga derrota, mejor que el alcohol o las vociferantes peñas deportivas, que bien pudieran emplearse para generar electricidad en la comarca, si se conectaran a un molino de ruidos.

 

Hombres y mujeres, debo precisar, porque en jornadas recientes he conocido a varias apasionadas que conocen los altibajos de sus equipos, las estrategias de los rivales y hasta el color de la ropa interior de determinados jugadores (ni idea de la utilidad de ese dato, pero me lo comparten y no escondo mi asombro).

 

Igual me he enterado de varias familias cubanas que han acopiado fondos para que uno o dos de sus integrantes viajen al Medio Oriente a presenciar los juegos en vivo, sobre todo si tienen parientes ejerciendo su labor como profesionales de la Salud en esas latitudes y pudieron reservar las entradas con tiempo.

 

Claro, hasta donde me consta, los criollos favorecidos con ese inusual turismo deportivo han sido varones heterosexuales: las mujeres y los gays no lo pasan nada bien en las calles y hoteles de las naciones musulmanas, donde las autoridades los persiguen con una ferocidad equivalente a la de un delantero en edad de retiro frente a un portero novato.

 

Mientras en La Habana cerramos la popular campaña Evoluciona esta semana con mejores indicadores en cuanto a violencia machista, en Doha y las otras cuatro sedes de Qatar para la cita mundialista se extreman medidas para que no prospere el sexo por la libre ni las parrandas asociadas a este tipo de evento. Porque ofenden a las costumbres locales, dicen las advertencias.

 

Estas prohibiciones, de las que supimos en el espacio de Curiosidades del grupo de wasapeo de Senti2 (gracias Taymi), establecen que ninguna mujer extranjera puede mostrar el pelo fuera de los estadios, y no pueden verse ni los hombros ni las rodillas de nadie, excepto de los jugadores y solo en el campo.

 

Raro… pero aceptable, si se quedara en eso. Resulta que tampoco se puede expresar afecto a otra persona, a menos que sea un matrimonio legal (¿se imaginan viajar con el certificado de la boda?), y nada de andar de las manos o abrazar a alguien en un rapto de entusiasmo.

 

Como no hay bares ni se pueden entrar bebidas con alcohol por la aduana, no hay lubricante social para romper el hielo entre desconocidos, y no hace falta porque el ligue queda fuera del programa como conducta impura. Para colmo, no se permite a los amigos compartir un cuarto de hotel, para evitar el homosexualismo a puertas cerradas o el relajo fuera de uniones santificadas…

 

Claro,la vida siempre te sorprende, y en apenas una semana de competencia ya se conoce de dos supuestas infidelidades en el equipo de Serbia. El chisme roba protagonismo en las redes a la tabla de posiciones y los encantos comerciales de Catar… para disgusto de patrocinadores, organizadores y hasta representantes de la FIFA, porque eso de acostarse con la mujer del compañero de bandera levanta ronchas en los vestidores, sean verdad o mentira los escandalosos deslices.     

 

Yo no soy seguidora de deportes, lo confieso, pero incluso si lo fuera, no me imagino asistir a un evento con tantas restricciones e intereses absurdos. Por mucho que respete las diferencias culturales, no me someto a vejaciones de ese tipo por el hecho de ser mujer… ni aunque me garanticen que en este mundial Messi va a engolar diez tantos seguidos frente al favorito del año.

 

Tal vez me hubiera motivado visitar sus lujosos estadios para ver en el terreno a las tres juezas principales y las tres asistentes que por primera vez arbitran en un evento de esa magnitud. Esos seis pares de rodillas femeninas al aire son un trago amargo para los remachistas locales, que no pueden ni multarlas ni sacarlas del campo, como han hecho con varios jugadores que se atrevieron a mostrar su solidaridad con la muy desfavorecida comunidad LGTBI+ en esa parte del mundo.

 

A estas chicas se las tienen que comer con papa, como decimos en Cuba: tienen que digerir sus musculosas piernas y su pelo ondeante como señal de libertad. Verlas correr, pitar y regañar a hombres enardecidos que respetan sus decisiones, les gusten o no. 

 

Esperemos que al final del campeonato muchos fieles entiendan que el mundo no se va a acabar por tratar a sus mujeres como a iguales en el equipo de la vida, en lugar de verlas como a la pelota que acostumbran patear. 


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Mileyda Menéndez Dávila

Fiel defensora del sexo con sentido...


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