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miércoles, 27 de noviembre de 2024

Mi segunda piel

¿Quién no ha dejado ir una pasión por miedo a dejarla entrar?

Mileyda Menéndez Dávila
en Exclusivo 03/03/2022
2 comentarios
Su boca
Tanto me habías elevado, que permitirte llegar era caer en un vacío peligroso (Jorge Sánchez Armas / Cubahora)

Nada sabe tan dulce como tu boca. / Me transporta a una nube cuando me toca…

Quien canta es Víctor Manuel, pero son tus labios los que me inducen cierto estremecimiento de solo recordarlos. Es un sabor indefinible, pero presente. Como cuando llegabas silencioso para robarme un beso y luego te alejabas casquivano, entrecerrando los ojos mientras lanzabas al aire más promesas y burlas.

La estela de su cuerpo abre camino como una antorcha…

Como el fuego que aún me provoca revivir tus efluvios, tus pequeñas mordidas en la nuca, tus susurros en la mejilla, tus dedos enredándose en mi cabello, en el que ya asomaban los primeros hilos de madurez mundana.

“Tu pelo me hechiza”, decías, y hundías en él tus labios para buscar la raíz de mi deseo, el calor de mi espalda ofrecida, lista para más besos y propuestas obscenas.

Tempestades desata mientras se escapa sobre su escoba, canta con voz peculiar el novio de la Belén, y yo te recuerdo protestando, casi exigiendo piedad mientras me escurría de tu piel para escapar al mundo: a mi mundo, en el que apenas lograbas asomarte por todas las barreras que levanté a tu paso.

¿Por qué te mantuve en el anonimato? ¿Qué karma, miedo o laxitud me impedía entregarme plenamente a tu pasión? Aún ebria de ti, flotando en las nubes de tu pecho, liberada en risas, me mantenía alerta ante trampas sentimentales, dispuesta a huir de mis propios cantos de sirena, eco de tus fantásticos proyectos de futuro.

Nada sabe tan dulce como su boca / Tan solo alguna cosa que no se nombra…

Cuántas tardes pasé jugando a no enamorarme de tus diestras caricias y poemas cursis, incluso de tus inventos en la cocina mientras yo dormitaba en el olor de tus sábanas. Cuántas noches después, en la soledad, me llamaba tonta por dejarte marchar, por desperdiciar esos detalles que supuestamente rinden a cualquier mujer.

Algunas veces paso por el mercado y le traigo rosas / o la miro despacio de arriba abajo y se van las horas…

Rosas y horas, ¿qué más podía pedir? Y, sin embargo, me enervaba verte llegar con un ramo fresco y ropa casual, preludio de más escenas cuidadosamente pensadas para seguir interpretando tu novela favorita: Cómo hacer que me rindiera ante ti y te permitiera amar por los dos, hasta la muerte.

Pero yo, que no soy de novelas, te agredía con mis silencios hoscos. Yo que no creo en los “felices para siempre”, atropellaba el final de una velada hermosa, y te obligaba a despedir la noche lejos de mi almohada, donde guardaba “mis dudas y secretos más torpes”, como solías decir para intentar robármela.

No soy un héroe lo sé. / Es fácil como pueden ver / colgarse con esa mujer, / pisar por donde pone el pie…

Desnudo y con medias usabas la lámpara de micrófono para remedar cantantes. Para narrar en tono deportivo la última jugada en el colchón con sus remates, goles o canastas, según la temporada. Para repetir las cosas ridículas que estabas dispuesto a hacer con tal de seguir así, colgado, dependiente, y culpar a mis besos de tu falta de juicio y amor propio.

Qué podría contar que no imaginéis: /mi patria, mi bandera, mi segunda piel. / El lugar donde quiero volver…

Repito en voz alta el estribillo y me confieso culpable en parte por permitirte acampar en mis laderas. Por dejarte volver a la hondonada de mi espalda. Y beber de mis riachuelos. Y dialogar con mis lunares sobre dulces naderías mientras besabas cada poro que se te antojara pendiente de la visita anterior.

Nada sabe tan dulce como su boca / Te regala alegrías si no te sobran…

Amarguras sí que me sobraban. En esa época había alguien más en mi vida. Algo inaccesible, que prometía sin terminar de florecer. Un espejismo para el que intentaba mantenerme disponible, emocionalmente útil, aunque fuera inútil.

Pero no era la única razón para mi desapego. De cierto modo tus simplezas románticas me abochornaban, y tu patética necesidad de poseer mi alma erizaba mi espina dorsal. Tanto me habías elevado, que permitirte llegar era caer en un vacío peligroso. Así lo sentía entonces. Por eso mi ego habló más alto que cualquier risa u orgasmo que propiciaste en esos meses.

Tiene bien señalado su territorio como una loba, / y adentro a los amigos que le recuerdan que no está sola…

Eso decía yo, pero sí que lo estaba: sola y herida, miedosa hasta la médula, dispuesta a perder antes de apostar. Pendiente de un desprecio con el que apenas lograba lidiar mientras daba limosnas de placer a quien sí estaba listo para entregarlo todo. Nada nuevo bajo el sol, ¿no es cierto?

Qué podría contar que no imaginéis: /mi patria, mi bandera, mi segunda piel. / El lugar donde quiero volver. / Uh uh uh uh uh su boca…


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Mileyda Menéndez Dávila

Fiel defensora del sexo con sentido...

Se han publicado 2 comentarios


Yari
 24/3/22 9:06

Totalmente identificada con esta publicación, y mira que he recibido consejos en el grupo de whatsapp, la ida no podía ser más caprichosa.

Desiree
 9/3/22 21:14

Impresionante crónica. Justo estoy pasando por algo así y buscando consuelo un amigo me habló de este escrito. Busquué la canción y eso es lo que me pasa con ella, que sigo ahi colgando y no entendía lo que le pasaba conmigo o pensaba de mí. Es crudo leerlo pero me ayuda a tener mas amor propio. Dios mío, tengo que parar en esta historia ya. Leeré otras cosasde la autora. Gracias.

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