Una forma alternativa de “vivir” las relaciones de pareja ha surgido en los últimos años y ya se consolida en no pocos países. Se le conoce como Living Appart Together (LAT) y consiste en una interacción en la que el amor no se sustenta en la convivencia, sino en las “libertades” de una vida independiente por parte de cada uno de los cónyuges, en la que pueden mantener una relación o matrimonio, y dormir o vivir separados.
Lo más curioso es que cada vez son más los hombres y mujeres que se suman a esta “opción”, con la que viven un eterno noviazgo. Las razones que argumentan esas actitudes pueden ser tan contradictorias como variadas, y dependen en gran medida de las personalidades de cada uno de los amantes.
Para sociólogos como John Haskey, profesor de la Universidad de Oxford, este tipo de relaciones está creciendo en el mundo. Este investigador calculó en el 2005 que en el Reino Unido había más de dos millones de parejas activas en diferentes domicilios, casi la misma cifra de las parejas que vivía en una misma residencia.
Según estudios canadienses esta “reforma” en la convivencia de dos puede estar dada por diferentes causas como los cambios en el mercado laboral, el incremento en el nivel de educación, mejores estándares y mayor expectativa de vida, así como el aumento del número de separaciones y divorcios, que no pocas veces deja a las personas desgastadas y saturadas de la convivencia.
Desde la psicología este comportamiento sustenta que, más que falta de amor o compromiso, lo que la pareja quiere preservar en estos casos es su autonomía y espacio.
LA MANZANA DE LA DISCORDIA
Estas historias de vida, aunque no se encuentren a la vista como pudieran ser la de los matrimonios tradicionales, están presentes en la cotidianidad, muchas veces sin darnos cuenta. Para estas personas el LAT no se asume como un paso transitorio en sus vidas, sino como una elección definitiva para asumir el matrimonio.
Los estudios indican que este tipo de parejas sucede por lo general entre las clases sociales de nivel económico elevado y se señala que, a pesar del gasto doble, esta solución resulta más efectiva a largo plazo para aquellos que ya han pasado por un proceso de divorcio y no quieren vivir una situación similar.
Pero, por qué la convivencia puede desgastar tanto a una pareja, mientras que a otra la consolida. Pues al comenzar este tipo de relación es vital tener presente que no se trata de una incorporación de uno a la vida del otro, sino de la unión de dos historias, dos personas, dos estilos y gustos.
Es por ello que pueden aparecer conflictos a partir de los aspectos más comunes del día a día, como los temas de limpieza e higiene, decoración y actividades de ocio.
La clave fundamental para convivir es tener paciencia y ser consciente del proceso de adaptación que de alguna manera se asume, tomando y dejando aspectos de la vida diaria que hasta entonces conocíamos.
No obstante, es importante también no perder la individualidad. En este punto cada miembro de la pareja tiene derecho a sus momentos de independencia e intimidad, y a desarrollar sus proyectos, aficiones e ilusiones sin sentirse coartado por el otro.
Aunque parezca lo contrario, controlar a la pareja, y querer estar siempre con ella o prohibirle hacer ciertas cosas, simplemente por inseguridad, es lo que más puede alejarle.
Justamente este es uno de los argumentos que conciben las parejas LAT, para quienes una relación no supone un contrato de sumisión, sino de colaboración.
La postura más generosa y beneficiosa para la relación es apoyar a la pareja de un modo constructivo en su desarrollo individual, y desde ahí pensar los proyectos comunes.
La comunicación también es imprescindible, pues es imposible que una pareja funcione o ambos miembros se sientan felices con la relación si no existe el intercambio de ideas y opiniones entre ellos.
Esto no significa hablar mucho, sino ser capaces de expresar los sentimientos, inquietudes, proyectos, y obtener una retroalimentación, para que así sea más fácil resolver los problemas que van surgiendo.
Existen estudios experimentales en los que se ha comprobado que en las parejas que han logrado estabilidad y larga duración, y que puntuaban alto en escalas de satisfacción con su pareja, las variables que más peso específico tenían en dicha estabilidad eran la valoración y el respeto mutuo.
En cambio se encontró que aquellas con historial de rupturas anteriores y puntuaciones bajas en escalas de satisfacción, las variables que más peso tenían eran la dependencia de algún miembro y la desconfianza.
El respeto al espacio, gustos, aficiones y compromiso amoroso establecido entre ambos, así como el refuerzo, agradecimiento y valoración de forma recíproca es básico en la relación de pareja.
Saber respetar el espacio personal y los sentimientos del otro, implica seguridad personal y buena autoestima. Ese proceso incluye los cambios a lo largo del tiempo, por lo que los intercambios positivos entre los dos unifican la evolución de la pareja en una misma dirección.
UNA ALTERNATIVA MÁS
En las parejas LAT los expertos han encontrado otras variables que inciden a la hora de asumir estas relaciones, como la edad. Los mayores de 50 no quieren establecer una convivencia con sus parejas para evitar un posible desequilibrio entre las labores domésticas y los cuidados hacia el otro.
La mayoría de estas relaciones son conscientes de que este estilo de vida no es para todo el mundo. Se necesita madurez, apertura mental y una personalidad para querer tener su propio espacio y respetar el del otro, a no tener expectativas, a no preguntar horas de llegada.
Lo más importante es que se trata de alternativas válidas y creativas para suplir las necesidades de las personas y no de mecanismos para evitar el compromiso, ni como una muestra de falta de amor hacia el otro, como muchos los ven todavía.
En Cuba, aunque se suman otros factores económicos, la realidad muestra no pocos casos de parejas que prefieren vivir separados, sin grandes compromisos de convivencia y mantener su vida independiente.
Y no se ve solo en los más jóvenes, pues esta alternativa sucede en todas las edades, pues para muchos es mejor mantener el estado de noviazgo y no complicar el asunto en un solo cuarto.
El estado en pareja, no es invariable. Las personas van madurando y acumulan experiencias. Esta evolución implica microcambios en actitudes y hábitos que pasan desde la individualidad a la pareja, en proceso de descubrimiento constante, que nadie sabe si algún día les impulse a estar, como diría el refranero popular, “juntos pero no revueltos”.
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