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miércoles, 27 de noviembre de 2024

El superhéroe no dice adiós

Al final de la vida, amor y dignidad es lo mejor que podemos ofrecerles a los seres que amamos...

Mileyda Menéndez Dávila
en Exclusivo 12/12/2023
4 comentarios
Súper héroe con capa
La historia de los superhéroes caídos es un guion que se reescribe día a día (Jorge Sánchez Armas / Cubahora)

¿Qué pensarías si el superhéroe de tu infancia se apagara de pronto y renunciara a vencer el reto cotidiano de sostener la vida, si de sus ojos no saliera fuego, sino llanto, y su batalla mayor fuera cruzar de la cama al sillón, y viceversa?

¿Quién puede hackear la contraseña de una boca que se niega a comer, una rodilla indoblegable, una sangre que no mana para medir la hemoglobina, unos ojos que se retuercen desconfiados cuando asoma en la puerta el ser que más amó?

Nada nos prepara para pasar de niña consentida a supervillana del cuidado. Para contar cucharadas de mínimo sostén, amenazar con la enfermera cuando el agua no baja en la botella y apagar la tele si le importa más el espía de la novela que digerir los tesoros zapateados en estos tiempos.

La historia de los superhéroes caídos es un guion que se reescribe día a día. Tus argumentos de ayer no funcionarán mañana. La galleta especial no seduce dos veces. Los relatos parecen interminables y es dificil discernir lo real de lo maravilloso en un balbuceo cada vez más apagado y errático.

Cuesta aceptar que se acabaron las peleas intelectuales, las críticas a tu cocina, las herramientas como premio por mostrarle dominio de algún tema ingenieril. Asusta, incluso, que el siempre estoico y distante papá resuelvelotodo, te tire los brazos en demanda de cariño, sin decidirse a pedir ayuda para sus más elementales necesidades humanas.

Es duro, y tierno a la vez, negociar el balance entre sueño y alimentación, entre los baños largos y las trapeadas de una piel cada vez más de papel chino. Y es un honor que caigan las barreras del pudor y te permita higienizarle mientras hacen bromas sobre tu primer hogar antes del nacimiento.

Alivia, en este proceso de dejar partir su forma física, escuchar alguna frase ingeniosa o un gesto de preocupación por otros miembros de la familia, porque eso significa que en ese saco de caprichos huesudos aún se aloja el primer amor de tu vida, el gigante peludo que espantó tus miedos y te enseñó a entrarle al mundo con preguntas para hilvanar respuestas.        

Perdonen quienes toman la muerte muy en serio y tratan de espantar su irremediable visita con dolorosas y desesperadas medidas, la mayoría violentas o artificiales. Yo creo en la dignidad como el recurso más valioso para decir adiós, y aunque te quite un poco el sueño, creo en la racionalidad de respetar los deseos de ese ser que parte, expresados antes o durante la convalecencia final.

A mi modo de ver, prolongar la estancia del ser querido en el umbral fatídico del no retorno por apego al vínculo o por miedo al juicio ajeno, es un acto de egoísmo, no de amor.

Y no lo digo yo: en el lenguaje de la ética médica se llama distanasia, o encarnizamiento terapéutico. Ya lo he visto con demasiada frecuencia en personas cercanas y hospitales, donde los ojos del muriente piden cortar ese martirio y los de sus parientes muestran cansancio y desesperación, y aun así insisten en extender lo inevitable con pinchazos y tubos.

Es un mal cultural del que debiéramos estar dialogando pronto como sociedad, porque un país envejecido significa más gente que vivió a plenitud y merece despedirse a su forma, por muy bizarra que resulte a los otros; sin ataduras a tabúes religiosos o científicos, antiguos y modernos.   

Mi superhéroe se despidió este miércoles en relativa paz. Me mortifica que lo matara su obstinada intención de demostrarme que se puede vivir sin comer, un experimento al que se aferró por meses, a pesar de que nos esmeramos en poner a su alcance todo lo que anheló alguna vez.

Él quería vivir, y en serio creía que iba a vencer en ese loco rumbo que eligió a conciencia. Eso nos deja una lección de coherencia y humildad tremenda: un regalo de sabiduría para que revisemos nuestras propias decisiones cotidianas, porque a la larga morimos como vivimos, día más, día menos.

En el saldo de estas últimas semanas no todo es triste o filosófico. Mi viejo supo aprovecharse de la situación y le pidió a mi madre que se acostara a su lado un ratico (tras 43 años de divorcio), y con poco disimulo trató de llevar la mano de ella a donde mejores recuerdos le traía.

A mí me dijo que me quería mucho. Así, de la nada… Una frase que no escuché en 55 años porque él, criado en el concepto de paternidad proveedora, no se daba el lujo de “flaquear” y transparentar afectos. De unos años acá podía ser muy jodedor y bromear de sexo como si hablara de la lluvia, pero reconocer que yo era su pelota era mucho pedir. ¿Y dar cariño a sus cuatro varones? Menos aún…

Al final fui su villana, su “asesina” del yogurt y el merengue. Preguntaba por Jorge, por sus nietos distantes, por mami… pero conmigo cerca solo se relajaba si llevaba en mano la computadora, no una cuchara o el absorbente. Me miraba trabajar en el sillón de madrugada y el orgullo brotaba de su cansada y testaruda expresión, pero no caía en la trampa del café o las galletitas para vencer el sueño.

Aunque siempre gocé ganándole una apuesta de conocimientos, hubiera perdido con gusto en esta absurda prueba. Y aunque siempre le dije que sus hierros serían míos, su marimacha con moños, era más divertido ganarlos o robarlos que recibirlos así, en mansa herencia.

¡Ay, mi superhéroe! Tantos cálculos del ángulo y momento físico del impulso para minimizar mi esfuerzo al cargarte. Tanto debate sobre el calibre de las colchas o la viscosidad de los alimentos… ¿Qué trabajo te daba complacerme, tragar un poco cada día y vivir una década más?

Donde quiera que estés, que la comida sea buena y la televisión interesante. Y puedes “molestarme” cuando quieras: tu presencia hará más firmes mis teclazos  y disfrutaré acurrucarme en tu cama hasta el amanecer.


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Mileyda Menéndez Dávila

Fiel defensora del sexo con sentido...

Se han publicado 4 comentarios


Lidia
 20/11/24 22:25

Gracias por la crónica, me remonte,a los días que cuidaba a mi papá, aunque hace 20 años, todavía recuerdo ésa etapa con mucho amor,

Rafael
 17/12/23 15:44

👍

FredyO.
 15/12/23 21:27

Amados seres, quienes quedan,amados seres también, agradecidos.

Juan Carlos Subiaut Suárez
 13/12/23 18:07

Estimada amiga: Para esto, los simples mortales ofrecen sus pésames, que descanse en paz, etcétera. Como has mostrado siempre, has estado muy orgullosa de tu viejo (y él de tí, aunque poco dijese), y continuará viviendo, mucho más que ahora, en tus escritos. El pase a esa otra dimensión, lo habrá hecho con una sonrisa, pues llevaba en el equipaje la conquista más preciada, el haber tenido y disfrutado todos estos años una hija como tú. Un fuerte abrazo

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