PRIMER VISTAZO: ¡NO QUIERO SER ALCALDE!
En el habla del cubano abundan los conjuros para rechazar: ¡pallá pallá!, ¡solavaya!, ¡los fósforos!, ¡pa su escopeta!
Algo así pronunciaron Alonso Velázquez y Jerónimo de Rojas en La Habana de los 1500, cuando el gobernador Carreño los mandó a tomar posesión como alcaldes.
Pero, ¿por qué rechazan tan honorables desempeños públicos?
El mismo Carreño había descrito a los vecinitos habaneros con estas palabras: “Delincuentes que vienen desterrados, mujeres huidas de sus maridos, frailes en hábitos de legos, gentes vagabundas y facinerosas que no temen ni a Dios ni a la justicia real”.
Y, ante tales súbditos, los alcaldes electos le dijeron a Carreño que se pusiese los cargos por donde no les diese la luz.
SEGUNDO VISTAZO: LOS COMEDORES DE LEÑA
Estamos en 1860 y en la Villa de los Pilongos todo es expectación: va a llegar el primer tren a Santa Clara. Los isleños –es decir, canarios-- de Loma Capiro están maravillados, pues les han dicho que el vehículo tiene nada menos que doscientos caballos.
Cuando va a entrar el convoy, sobre él se abalanzan los isleños en sus bestias, cargadas de maloja y yerba.
El tren se detiene, para no aplastarlos. Y ellos proponen vender su carga, para alimentar a los caballos.
El jefe del convoy, disimulando la risa, les dice que si hubiesen traído leña sí la habría adquirido. Y entonces un isleño, asombrado a más no poder, le comenta al paisano más próximo: “Las cosas que se ven en este mundo. Esos caballos comen leña. ¡De fierro han de ser los dientes de esos animales!”.
TERCER VISTAZO: EL POETA, UN NIÑO GRANDE
Transcurre el año de 1910, y Rubén Darío está nuevamente en San Cristóbal de La Habana, hospedado por sus amigos en la habitación 203 del hotel Sevilla.
En esos momentos el poeta es ya una ruina física, además de que viene moralmente destruido.
Y cunde la alarma cuando lo ven tomarse, sin interrupción, tres litros de whiskey.
Las cosas adquieren un matiz decididamente siniestro cuando el bardo intenta suicidarse. A duras penas, sus acompañantes impiden que se lance al vacío por la ventana del cuarto.
Preocupado, Ramón Catalá, director de El Fígaro, ha traído al doctor Gonzalo de Aróstegui.
“Es médico de niños”, le explica el periodista al poeta. Y agrega: “Pero yo ya le he dicho que usted es un niño grande”.
albio
17/5/16 17:40
Muy interesante su articulo sobre cuando la Corona amenaza a Santiago y Bayamo de hacerlas desaparecer,sobre todo por ser poco conocida esa notica.
Tambien hay uno parecido pero posterior, cuando el Atlas Goegrafico Nacional no incluye en el mapa a las ciudades de Briones Montoto y Lopez Peña en Pinar del Rio por ser pueblos de dearraigados villareños del Escambray.
Muchas gracias y continue con sus interesantes hitos de la Historia de Cuba
Un abrazo,
Albio
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