Este comentarito estará dedicado a una palabreja que se las trae: empacho. Y, comadres y compadres, que nadie venga a decir que no sabe de lo que estoy hablando.
Sí, porque el empacho es entre nosotros uno de los más conocidos síndromes folklóricos, identificable por trastornos digestivos. Muchos campesinos lo describen como “una bola que se forma en la barriga, por un alimento que cayó mal”.
El empacho se remedia –dicen– cuando alguien, que tiene “una gracia especial, soba al paciente. Algunos curanderos soban hacia abajo el abdomen “para que salga la bola”, pero otros recurren a las piernas. Si logran éxito, afirman que han quebrado al empacho.
Pero hay más. También como remedio se invoca a San Bartolomé, en una oración que dice:
San Bartolomé‚ se levantó/
un ajito se encontró/
y el muy bueno se lo dio/
a Fulano, como yo./
Este bocado te arranco/
sin cuchillo y sin puñal/
con el Santísimo/
Sacramento del altar.
Por cierto, el aludido Bartolomé no parece haber gozado de existencia real. Es poco citado en la Biblia y los hagiógrafos no se ponen de acuerdo en cuanto a qué martirio sufrió. Los votos están divididos: decapitado, colgado cabeza abajo, desollado o ahogado. Tampoco coinciden en cuanto al lugar del suplicio y, entre otras ubicaciones geográficas, mencionan a China, Armenia y la India.
Pero, en fin, lo cierto consiste en que el empacho sigue siendo un arraigado diagnóstico popular y una palabra que cotidianamente nos acompaña.
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