PRIMER VISTAZO: UNA CÁRCEL COMO PARA REÍRSE
Decía Cervantes que la cárcel es sitio “donde toda incomodidad tiene su asiento, y donde todo triste ruido hace su habitación”.
Menos mal que el manco luminoso aún no había escrito ese pasaje en 1577, pues de lo contrario los habaneros se le hubiesen reído en la cara.
Gentes de la mala vida entraban a la prisión, que era un endeble bohío, como quien va a una fiesta, guiñándoles un ojo a los secuaces que quedaban fuera.
¿Por qué no temían a la cárcel los malhechores de la primitiva San Cristóbal de La Habana?
Lo explicó, iracundo, el gobernador, durante una sesión del cabildo, donde expuso que bastaba con golpear suavemente una pared con la punta de la bota para estar en la calle.
SEGUNDO VISTAZO: LAS TENTACIONES… HAY QUE PROBARLAS
María de la Merced, la hija del conde, ha nacido con un algo de criolla respondona e irrefrenable.
De niña, la familia la interna en el convento habanero de Santa Clara, donde su tía es la abadesa.
La religiosa le dice a la pequeña: “¿Ves, amorcito, cuán grato es andar lejos de las tentaciones del mundo?”.
A lo cual María de la Merced riposta: “Pero, tía, ¿por qué rechazar las tentaciones sin haberlas conocido?”.
La abadesa no imagina que su sobrina será la Condesa de Merlin, la criolla que deslumbrará los salones madrileños y parisinos, la cubana que va a ser amiga de Goya, Moratín, Rossini, Lizst, Balzac…
Tampoco la abadesa adivina que María de la Merced saltará la tapia conventual, en fuga hacia el mundo y sus tentaciones.
TERCER VISTAZO: PROFESIÓN SUI GÉNERIS
Francisquito era la proverbial oveja negra, en una familia santiaguera tan ilustre, y a la cual yo estimo tanto, que me callaré su patronímico.
El susodicho era “una joya”: fiestero, jugador y apasionado por las hijas de Eva.
Tenía una pierna más tiesa que un raíl, resultado de sus andanzas con Venus. (No olvidar: “venéreo” viene de “Venus”).
Un día, Francisquito se presentó en el National City Bank, de la calle Enramadas, para abrir una cuenta. La empleada le preguntó por su ocupación, y él contestó : clubman.
La muchacha, azorada, le pidió le aclarara qué era un clubman. Y él respondió: “Clubman significa que cuando juego y gano, me siento en los sillones del club San Carlos, pero si pierdo me siento en los bancos del Parque Céspedes”.
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