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jueves, 21 de noviembre de 2024

La más loca despedida de duelo

Se la dedicaron a un sujeto multiplicado por cero...

Argelio Roberto Santiesteban Pupo
en Exclusivo 30/12/2017
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Parque retablo de los héroes
El Retablo de los Héroes, ubicado donde estuvo el primer cementerio bayamés.

Humildemente opino que esta croniquilla mostrará características sui generis. Sí: tiene de peculiar que narraremos una anécdota cuyo personaje protagónico no fue un obispo relevante por su piedad, ni un militar recordado por sus hechos de armas, ni un científico cuyo genio desbrozara nuevas parcelas del saber humano.

No hay tal. Nuestro “héroe” de hoy —quien respondía por el nombre de Emeterio— se distinguió por ser… nada. Sí, tal como usted lo acaba de leer: nada.

Emeterio fue el ser más decididamente opaco que recoge la historia del planeta.

Y, para conocer a esa grisura hecha ser humano, hemos de trasladar nuestras coordenadas hacia una de las villas inaugurales, San Salvador de Bayamo, donde la calidez de la atmósfera compite con la del alma.

EL ESCENARIO

Según era habitual en los días coloniales, en Bayamo los enterramientos se llevaban a cabo en las iglesias. Mas un día comenzaron a soplar aires de ilustración, que repudiaban tan antihigiénica práctica. (Sin lugar a dudas, no tenía nada de salubre escuchar misa en medio de cadáveres putrefactos).

Entre las pocas decisiones felices de su desastroso reinado, Carlos IV comenzó a poner en vigor lo legislado por su padre: que se estableciesen necrópolis en las afueras de las poblaciones. Y en Cuba la disposición se aplicó, por vez primera –antes de que existiese el habanero cementerio de Espada—, en San Salvador de Bayamo.

Junto a la iglesia San Juan Evangelista, el 5 de enero de 1798, Bayamo inaugura su cementerio al aire libre, bendecido durante una ceremonia religiosa y oficial. Algunos investigadores opinan que no fue solo el primero de su tipo en Cuba, sino también en toda América.

Durante más de un siglo, aquel camposanto sería la morada postrera de todos los bayameses. Hoy allí se encuentra el Parque Retablo de los Héroes.

Y en el cementerio viejo de Bayamo enterraron a Emeterio.

EL PERSONAJE

Esta necrópolis estuvo en funciones hasta 1919, pero, en tan dilatado lapso, no albergó a nadie tan gris, tan poca cosa como Emeterio.

El protagonista de la presente estampa no era un ser humano, sino el vacío perfecto. Me explico. Tras su primer —y penúltimo— acto trascendente, que fue nacer, Emeterio siempre dio la impresión de que postpartum lo habían multiplicado por cero. Aquello no era un hombre, sino la nulidad en dos patas.

Jamás amó, mucho menos “con dolor”, como dice García Márquez. Las hijas de Eva-- ¡él se las perdió!--   lo tuvieron sin cuidado.

Emeterio nunca estrechó emocionado la mano de un amigo, ni supo de farras pantagruélicas, ni se preocupó por la buena o mala fortuna del prójimo.

Cuando sus coterráneos bayameses se alzaron contra el poder colonial  y, heroicos, dieron fuego a su ciudad antes que entregarla al enemigo, él se buscó un escondrijo donde su aburrida seguridad no peligrase.

Su vida fue, como dictaminaría sobre el agua un texto de Química, incolora, inodora e insípida.

UNA RARA DESPEDIDA DE DUELO

A principios del siglo pasado, a aquel anteproyecto de vida le llegó la ocasión de su segundo y último acto trascendente: ponerse la guayabera de pinoteamudarse pa`l Reparto Bocarribacolgar los tennis. En fin, morirse.

Ah, y aquello fue menudo reto para el despedidor de duelos local, quien –como casi todos los oradores fúnebres municipales--   era un periodista amante de las letras y bastante inclinado a chuparle el rabo a la jutía.

¿Podía decir que el finado era un cofre de virtudes? No, pues ninguna tuvo.

¿Que fue fiestero y rumboso hasta el delirio? Menos que menos, pues aquel hombre jamás supo de guateques ni francachelas.

¿Que era amigo a prueba de trabajos y sacrificios? No, nunca movió un dedo por nadie.

¿Padre amantísimo y esposo ejemplar? No, si ya dijimos que jamás tuvo nada que ver con las féminas.

¿Patriota esforzado y valiente? Por Dios, si Emeterio fue lo más amarillo que imaginarse usted pueda.

No había de dónde asirse para dedicarle un elogio real. El orador carraspeó y volvió los ojos al cielo, mientras musitaba: “Emeterio… Emeterio…”.

Fue entonces cuando, gracias a la rima, halló la oración fúnebre que merecía aquel fracaso hecho hombre:

“Emeterio, Emeterio,
tú fuiste del b… de tu madre
al cementerio”.


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Argelio Roberto Santiesteban Pupo

Escritor, periodista y profesor. Recibió el Premio Nacional de la Crítica en 1983 con su libro El habla popular cubana de hoy (una tonga de cubichismos que le oí a mi pueblo).

Se han publicado 1 comentarios


Machete
 2/1/18 6:54

JAJA  genial estrofa y que venfga el ron diria el despedidor de duelos . Naci en un publo de muchisimas tradiciones y una friolera de 500 Años . y esa es una tradicion por alli tambien , y Personajes dignos de esta columna  tambien pasaron por el portico de la ultima , salida del pueblo . Genial

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