viernes, 20 de septiembre de 2024

La familia de Pancho Villa vivió en Cuba

En la biografía-leyenda de José Doroteo Arango Arámbula se mezclan verdades incontestables con calumnias escandalosas...

Argelio Roberto Santiesteban Pupo
en Exclusivo 16/07/2016
1 comentarios

De José Doroteo Arango Arámbula —entiéndase Pancho Villa— se ha dicho de todo. Desde que fue un rabioso enemigo de los yanquis, hasta que empinaba el codo ininterrumpidamente.

Pero en su biografía-leyenda se mezclan verdades incontestables con calumnias escandalosas. Así, la primera acusación del párrafo precedente resulta incontestable. Mas en cuanto a la segunda ha de declararse que el hijo de Durango siempre se comportó como un abstemio total, enemigo de las bebidas espirituosas hasta el punto de que, tras conquistar un pueblo, cerraba las tabernas y hacía saber que fusilaría sin juicio al combatiente que fuese sorprendido ebrio.

Él mismo confesó cuáles eran sus tres grandes vicios: los buenos caballos, los gallos valientes y las mujeres bonitas.

Si Pancho hubiera fijado una marca en las cachas nacaradas de su revolvón por cada una de sus mujeres —sin contar las ocasionales— las muescas hubieran sumado alrededor de 23. Y se dice que engendró 25 hijos.

Se casaba en ráfaga, sin anular los vínculos anteriores.

No obstante, su irregular comportamiento no estaba exento de cierta caballerosidad, con todo lo sui géneris que ésta pueda parecer. Así, decía: “No hagan nunca violencia a las mujeres, llévenlas a todas al altar, que al fin y al cabo, por la iglesia no obligan a nadie y por ese modo no se priven ustedes de su gusto ni las desgracien a ellas. Ya me ven a mí, tengo una legítima esposa, pero tengo otras legítimas ante Dios. Ninguna tiene de qué esconderse ni de qué avergonzarse porque la falta o pecado, si los hay, son míos. Los reparos y obstáculos de los curas que no los desazonen, que amenazándolos con echar bala, todo se arregla”.

Pero —como dice el pueblo mexicano— entre tantas “capillitas” él tuvo su “catedral”. Sí, la primerísima, indiscutible dama.

Un día, durante la revolución contra el tirano Porfirio Díaz, un entonces capitán maderista, en San Andrés, Chihuahua, llega a una tienda de comestibles propiedad de una familia de ascendencia hispana, en busca de algunos víveres.

Cuando se acoda en el mostrador, viene a atenderlo una muchacha de 17 años —a quien él le dobla la edad— que llaman Lucita. (Él después va a nombrarla La Güera, o sea, la rubia).

Y se produce… se produce el milagro.

El 28 de mayo de 1911, en la parroquia de San Andrés, el sacerdote español Juan de Dios Muñoz oficia la boda entre el ya coronel Francisco Villa y María de la Luz Corral Fierro.

En febrero de 1912 les llega la pequeña Luz Elena.

Pero, fugaz iba a ser la bonanza para la pareja. Derrocan y asesinan al presidente Madero. Y fallece Luz Elena, según parece envenenada por enemigos de Pancho, quien vuelve a echar el fusil al hombro.

Seguirían años de batallar ciclópeo, que le ganarían el mote de El Centauro del Norte.

En 1920, el presidente De la Huerta —que con él simpatizaba— lo amnistía, y le entrega la hacienda Canutillo, en Durango, para que allí resida con un grupo de combatientes, junto a sus familias.

El titán belicoso se transforma en patriarca de la paz. Dota al establecimiento de caminos, teléfonos, telégrafo, escuela. Vende los víveres a precio de costo. (Alguien dijo que Villa era comunista… sin saber él lo que era el comunismo).

Pero allí, en Canutillo, su infiel proceder con las damas le pasa la cuenta: pierde a su “catedral”. La enamoradísima Luz no resiste que en la hacienda resida otra de las mujeres de Pancho, Austreberta Rentería. Y lo abandona, indignada. (De todas maneras, le criará a Pancho varios de los hijos habidos con otras mujeres).

Como es sabido, en l923, durante felona emboscada, cae Pancho acribillado.

Pero volvamos atrás, para ir a lo nuestro.

Las campañas emprendidas por Villa tuvieron constantes altibajos. Un día le daba una paliza al contendiente. Otro, el enemigo lo zarandeaba a él.

Cuando la suerte le resultaba adversa, disolvía las columnas de su División del Norte, y tomaba la modalidad bélica del guerrillero, en la cual fue un as.

Eso sucedió tras el ataque al poblado Agua Prieta, donde los villistas fueron diezmados por las minas de dinamita y las alambradas electrificadas.

Pancho toma una decisión: poner a salvo a su gente familiarmente cercana.

Su esposa Luz Corral, Hipólito —hermano—, Agustín, Reynalda y Micaela —hijos—, Martina —hermana— y las familias de dos generales, entre otros, cruzan hacia la tejana ciudad El Paso y siguen hasta Nueva Orleans, de donde se trasladan a La Habana, ciudad a la cual arriban el 29 de diciembre de 1915.

Un biógrafo, tan mal informado como imaginativo, asegura que el grupo fue recibido por el presidente Mario García Menocal. (El dato es, a todas luces, no creíble. Menocal había sido espiritualmente diseñado por los Estados Unidos, hasta su graduación en la Universidad de Cornell. Nadie se imagina a aquel adorador de los yanquis rindiéndole pleitesía a aquella bola de mexicanos que por cada poro exudaba revolucionarismo y antinorteamericanismo).

¿Qué pasaba en la Cuba de entonces?

Aquí está el poeta Luis G. Urbina, compatriota de los recién llegados, declarando que la luz de Cuba lo hace sentir trasladado hacia el centro de un diamante. ¿Tendrían la misma sensación los fugitivos?

El país, como resultado de la Primera Guerra Mundial, está inaugurando el período conocido como La Danza de los Millones, o Las Vacas Gordas, nombre de resonancia bíblica. Los potentados, en joyerías de París, a sus queridas les compran los brillantes por libras. Un central azucarero que hace un año se vendía en 800 000 pesos, ahora cuesta 2 millones 300 mil. Mientras, los automóviles están desplazando a los coches.

La Virgen de la Caridad es declarada patrona nacional.

Inauguran la estatua de Antonio Maceo, en el capitalino parque de su nombre.

Bailan en La Habana Isadora Duncan y Ana Pavlova.

Alfredo Boloña da a conocer la pieza musical “El volumen de Carlota” y Rigoberto Leyva “La Chambelona”, que se convertiría en el himno del Partido Liberal.

Hechos como éstos, ¿fueron conocidos por los nómadas mexicanos? No lo sabremos nunca, pues quienes se forjan en trajines insurreccionales no suelen dejar huellas. Aquí Hipólito, el hermano de Pancho, estuvo tres meses en prisión, pues los norteamericanos habían solicitado su extradición.

Lo cierto es que el grupo parte, el 14 de octubre de 1916, con rumbo a San Antonio, Texas.

Luz Corral iba a morir en la miseria cuando transcurría 1981, con su casa convertida en un museo dedicado a Pancho.

Se fue de este mundo tridimensional suspirando por su amado. Y, quizás, en algún momento, recordó el grato panorama que había admirado desde el primitivo malecón habanero.


Compartir

Argelio Roberto Santiesteban Pupo

Escritor, periodista y profesor. Recibió el Premio Nacional de la Crítica en 1983 con su libro El habla popular cubana de hoy (una tonga de cubichismos que le oí a mi pueblo).

Se han publicado 1 comentarios


juan dias
 15/8/18 5:44

Muy bueno articulo sobre Pancho Villa
Si quieren saber más sobre este gran hombre, descubrí los detalles secretos de su vida en http://www.dias-festivos-mexico.com.mx/hombres-historia-dias-festivos/biografia-pancho-villa/

Deja tu comentario

Condición de protección de datos