Desde sus años mozos, Hernán Cortés ya se comportaba como un fervoroso entusiasta de las hijas de Eva. Así, llega a fracasar en su primer intento de venir a tierras americanas porque resulta herido al caer de un muro cuando visitaba furtivamente a una mujer casada.
Al fin viene al Nuevo Mundo, donde se desata su furor de animal en celo. Declara textualmente el soldado-cronista Bernal Díaz del Castillo: “Oí decir que cuando mancebo, en la isla Española, fue algo travieso sobre mujeres, y que se acuchilló algunas veces con hombres esforzados y diestros”. Entre sus amantes de la vecina isla se halla cierta española llamada Catalina Juárez Marcaida, quien reaparecerá más adelante en esta croniquilla.
UNA BODA BAJO EL SIGNO DEL CÁLCULO
Como es sabido, Hernán Cortés se encuentra entre los hombres que acompañan a Velázquez en la conquista de Cuba, donde, por andar conspirando o por asuntos de faldas, serían terribles sus relaciones con el Adelantado. Pero, de pronto, surge una vía para zanjar el conflicto: aquí está Catalina, su antigua compañera de lecho, que es ahora cuñada de Velázquez. Y se casa con la examante, con Velázquez como padrino.
A continuación, pone en escena un personaje de niño bueno, de marido leal, de tranquilo alcalde santiaguero, aunque ande empreñando indias, como se decía en buen español castizo.
Al final, se le presenta la oportunidad que hará tangible su sueño de grandeza: la expedición a México, proceso durante el cual iba a traicionar a Velázquez.
SIGUE EL RELAJO, AHORA EN MÉXICO
En tierra mexicana, el extremeño no sólo iba a invertir sus energías en batallas y rejuegos políticos, sino en… bueno, en lo que ustedes imaginan.
Un testigo que declaró en el juicio de residencia dejó estas elocuentes palabras: “Tenía infinitas mujeres, dentro de su casa, de la tierra, y otras de Castilla, y según era pública voz y fama entre sus criados y servidores, se decía con cuántas en su casa tenía acceso; aunque fueran parientas unas de otras; y que con otras mujeres casadas es notorio que ha tenido muchos accesos, y que enviaba los maridos fuera de esta ciudad, por quedar con ellas. Algunas de ellas parieron del dicho don Hernán”.
Y entonces, cuando la bacanal estaba por todo lo alto, se apareció Catalina, la olvidada, la detestable esposa.
HERNÁN CORTÉS, ASESINO MÚLTIPLE
Aunque la sorpresiva llegada de la esposa echaba por tierra su juerga sin fin, Cortés aparentó alegría y la agasajó por todo lo alto.
Poco duraría la farsa. A tres meses del arribo, y tras una discusión pública de los cónyuges, Catalina yace muerta en su cama. Hubo quien aseguró que la difunta presentaba evidentes marcas, como de cordel, en el cuello. Cortés cerró el sarcófago con gruesos clavos, y rechazó a quienes le sugirieron que, para acallar rumores, permitiese examinar el cadáver.
En conclusión: cuando usted efectúe el inventario de las víctimas de Hernán Cortés, no incluya sólo a Cuauhtémoc y al señor de Tacuba. Sáquele también del closet el cadáver de Catalina Juárez Marcaida, la esposa inoportuna que vino a aguar la fiesta.
pizarro
19/10/15 17:48
Cuanta ignorancia, el único genocidio es el perpetrado por los gringos con los pieles rojas. Con la corona de Castilla los indígenas alcanzaron el titulo de ciudadano
juan
26/12/13 13:00
Oye Arsénico cuida la violencia machista en tu isla en lugar de inventarte mentiras amarillistas y juzgar la historia a tu conveniencia ,crear rencores y odios entre hermanos. No sé si eres mormón progringo o te pagan para que sueltes semejante veneno sobre tus antepasados,pues parece de tontos hacerlo gratis
Eric
1/9/15 19:35
Ninguna mentira, Juan. Esto que cuenta este artículo de Cuba Ahora me lo contó también un profesor de Historia en México. Y es un hecho que Cortés fue un asesino, lo atestiguan todos los cadáveres de indígenas mexicanos que dejó. Eso es innegable y no es amarillismo. Y por cierto, el mestizaje no siempre fue por "consentimiento mutuo", nada más hay que recordar las relaciones de poder y de raza, de "casta" que existían en las posesiones coloniales españolas. Por muy mi "antepasado" que sea Cortés, eso no lo exculpa de sus crímenes.
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