Al escritor Tomás Álvarez de los Ríos (1918-2018) lo invitaron en la década de los años 70 del siglo pasado a visitar la villa de Trinidad, pero antes de llegar hicieron un alto en un punto de la carretera a Sancti Spíritus llamado Loma del Puerto para intentar mostrarle la belleza del paisaje pero había tanto marabú en la orilla de la carretera que no pudo ver los cañaverales ni nada de ese valle donde hubo decenas de ingenios azucareros.
Una década después. Sabiendo que ese era mi trayecto habitual para ir a mi terruño natal de Casilda, preguntó:
—Oye, dime si todavía le siguen faltando el respeto a las bellezas de la naturaleza en el Valle de los Ingenios.
Sus palabras resultaron suficientes para que le dijera: Tomás, actualmente se mantiene limpio.
Desde el mirador ubicado en Loma del Puerto se puede contemplar la belleza del paisaje natural donde estuvieron las plantaciones cañeras de la época colonial, y aún se resguardan restos arqueológicos y arquitectónicos. (Foto tomado del sitio web de Radio Trinidad)
Entonces, tras un gesto de aprobación, pensó en voz alta sobre los esclavos que aportaron riquezas a la sacarocracia que levantó la actual Trinidad, declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad al igual que su aledaño Valle de los Ingenios.
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Se preguntaba dónde estarían los restos de esos ingenios y se respondía él mismo que los pedazos andaban por toda Cuba porque él los había visto, e insistía en que yo hurgara en mi memoria la visita a un campamento donde había una campana que usaban para avisar la hora de inicio y fin de los cortes de caña, seguramente extraída de esa zona.
Nunca lo he recordado, pero debe haber sido cierto porque Tomás era capaz de interpretar detalles y también hasta hacer vaticinios como el que escribió en un reportaje donde recomendó conservar algún bohío como museo campesino porque algún día podrían desaparecer.
Confieso que mi admiración por el colega creció cuando lo vi recolectando taburetes, molinos, trapiches y otros objetos propios del ambiente guajiro con el propósito de que fueran mostrados a las futuras generaciones.
En cuanto a exhibición, el Valle de los Ingenios ya no puede presentar más allá de cimientos y algunos objetos de las maquinarias e instalaciones usadas para fabricar azúcar, y aunque el central FNTA ya no muele, por lo menos se conservan los cañaverales y pueden ser apreciados cuando se viaja en tren.
Los lugareños aún no se acostumbran a la idea de que esté desactivado el ingenio cuya sigla recuerda a la Federación Nacional de Trabajadores Azucareros, pero al menos les gustaría que allí hubiera un museo como el que existe en el municipio de Remedios, en la provincia de Villa Clara.
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