Faltaba poco para finalizar el año 1961 cuando nos encontramos un billete de diez pesos, uno lo anunció al verlo y el otro lo recogió, con el acuerdo de cambiarlo por dos de a cinco para repartirlo equitativamente.
Pasaron los días, al indagar por el amiguito encargado del cambio monetario, me enteré que había emigrado con su familia para los Estados Unidos, y a partir de ese día, iría conociendo de los que se van en número creciente hasta que uno de cada tres, tenemos a alguien que emigró.
Poco despues, otro niño pidió varias mercancías, de las cuales ocultamente tomó varios productos, los escondió en una jaba, se disculpó y explicó que ya no compraría, pero mi padre dueño de la bodega, al darse cuenta, no se lo impidió por considerar que sería lo que comerían el fin de año.
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Al pasar los años, en el barco usado para pescar, toda su familia se fue, al igual que otro condiscípulos que tras varios intentos logró abandonar su terruño en una embarcación propiedad de la cooperativa pesquera.
Meses después, llegaron cartas donde contaban la prosperidad alcanzada en escasos meses, así como fotos demostrativas de la tenencia de autos, ropas y rostros sonrientes, mientras en Cuba crecía la natalidad hasta ser una explosión demográfica.
Los casos contados eran de personas de bajo nivel educacional pero muy trabajadores y laboriosos que llevaban una vida humilde antes de 1959, y en sus hogares nunca escuché temas políticos y los religiosos se circunscribían a Santa Elena.
Por las posibilidades que ofrece toda localidad costera con personas conocedoras de la navegación marítima y embarcaciones a su alcance, cada vez que hubo algún momento de estrechez y hasta de algún indicio de peligro, a simple vista se ha notado un aumento de los que se van ilegalmente.
Sin dudas, también debe de haber sucedido en otros lugares, incluyendo las grandes ciudades, pero esas comunidades costeras, por su pequeño tamaño, donde todos nos conocemos, es más evidente que la decisión de abandonar el terruño no obedece a desacuerdos con un gobierno, ni su sistema político.
Mientras sucedían emigraciones masivas como las de Camarioca, en esos años hubo que incrementar la cantidad de escuelas secundarias básicas, sobre todo en el campo para acoger el inusitado crecimiento poblacional que demandó hasta aumentar los preuniversitarios en los años 70 y 80 del siglo pasado.
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Aquella fue la generación de los padres de los nacidos alrededor de 1990, año que marcó el inicio del duro y difícil período especial, donde se desarrollaron los jóvenes que hoy rondan los 30 años de edad y no han conocido otra vida que la resultante del bloqueo económico, comercial y financiero.
Volvemos hoy a otra etapa de complejidades en la cual los de avanzada edad contamos con experiencias de vida para calibrar el valor de la tranquilidad ciudadana, la estabilidad y justicia sociales, elementos de incalculable valor al sopesar la importancia de vivir en otra nación con altísimas comodidades.
Y nuevamente en estos complicados tiempos se repiten las salidas masivas como ha sucedido siempre, pero en el caso particular de Cuba, lo general es no irse con preocupaciones por dejar familiares en un ambiente convulso, violento en el cual el hombre es lobo del hombre.
Al que se va (como mis padres): los deseos de que prosperen. Si retornan: Bienvenidos.
No obstante, siempre hay quienes pretenden politizar el asunto hasta llegar al colmo de decir al autor de estas líneas: Tus padres salieron de China huyéndoles al comunismo, pero los cogió aquí también.
Ridícula afirmación porque la Revolución en China triunfó el primero de octubre de 1949 y ellos llegaron a Cuba mucho antes, pero así hay muchos intentanto crear una ola de opiniones que haga naufragar la vida a los demás. ¡Cuidado! No se dejen confundir.
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