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lunes, 25 de noviembre de 2024

¿Quiénes y por qué premiaron a Bad Bunny? (+Video)

Varios ejecutivos y magnates han premiado al trapero y contribuido a normalizar las canciones que tantos criticamos...

José Ángel Téllez Villalón
en Exclusivo 17/07/2020
7 comentarios
Bad Bunny premios
De acuerdo a la asociación, el gran éxito de los discos y temas del cantante fueron esenciales en esta premiación (Foto: lavanguardia.com)

Se encendieron las redes. La noticia sorprendió a sus mismísimos seguidores, “No era para tanto” —comentaron. “¿Por qué eres así 2020? Al parecer este año solo quiere ver arder al mundo (a los humanos, mejor dicho)” —fue otra de las reacciones. Entonces pagó el año, lo que es obra y gracias del dios mercado. Bad Bunny fue nombrado “el compositor del año” porque así lo determinaron o propiciaron ciertos poderes del showbusiness, personajes que ni sus nombres conocemos, que permitieron y promueven la marca Bad Bunny y que no suelen relacionarse con sus misóginas y vulgares “composiciones”.

La Sociedad Estadounidense de Compositores, Autores y Editores (ASCAP, por sus siglas en inglés) fue la entidad que nombró a Bad Bunny como “compositor del año”. De acuerdo a la asociación, el gran éxito de los discos y temas del cantante fueron esenciales en esta premiación. Su álbum X100PRE, y Oasis (donde colabora con J Balvin), además del éxito del tema “No me conoce” con Jhay Cortez, fueron determinantes para que mereciera el galardón. “La música latina es una de las más populares en el mundo. Esto es así porque sus ritmos, su pasión, honestidad y el profundo amor por sus tradiciones y el don de traspasar barreras nos hablan a todos por igual (no importa el lenguaje que hablemos)” —expresó Paul Williams, Presidente de ASCAP.

En la web de la ASCAP también se informan que de las 50 “canciones ganadoras”, 7 tienen como autor o coautor a Bad Bunny. Es el autor más mencionado. Se trata de los temas: “Callaíta”, “La canción”, “Ni bien ni mal”, “Solo de mí”, “No me conoce (Remix)”, “Qué pretendes” y “Soltera (Remix)”. En todos los temas se implican como editoras Rimas Music Entertainment Publishing y Universal Music Publishing Group. No faltan, específicamente en las colaboraciones, las otras dos grandes, es decir la Warner Music y la Sony Music.

Y no se imaginen que son las de mejores letras, en todas ellas pueden encontrase “versitos” como: “Estas no son horas de llamar/ Al menos que me lo quieras m…”; Tiene un c… ahí que le acabó de textear/ Pero en bajita, ella no es de frontera”; “Ella es callaíta'/ Pero pa'l sexo es atrevida, yo sé/ Marihuana y bebida/ Gozándose la vida como es”; “Yo nunca la dejo caer, ey/ Dale, enrola pa' prender/ Bebé, de qué c… eso fue ayer, ¡juh!/ Sorry, te tocó perder, ey”; “Trae a to'a tus amiga', que yo las voy a poner a fumar/ Dale hasta abajo, pata' abajo sin parar, yeh”; “Tú vas a extrañarme cuando abras la cartera y no tengas nada/ Cuando él te lo m... y no sientas nada” y “Y yo le di por el expre-so/ Le llené el cuello de be-so'”.

Tan así, que resulta difícil escoger un videoclip que no redunde en una ofensa al lector y —como tal para cual—, un audiovisual sin la manida estética neón, sin traseros y sin bebidas. “La canción” estuvo a punto de salvarse. Una balada sobre un desamor, incluida en el disco de J Balvin y Bad Bunny, Oasis, publicado en junio pasado. Su videoclip, bajo la dirección de Colin Tilley, es uno de los mejores que se pueda encontrar en estos canales. Una edición armónica a la atmósfera bolerística de la canción, a la letra y al ritmo suave. Ambiente sombrío y melancólico. Una silueta pasea desde el metro neoyorquino hasta el club donde actúan los intérpretes, allí se corporiza en una bailarina que alude a la expareja que la canción recuerda.

Por las mismas razones que premiaron este 2020 a Bad Bunny, lo hicieron el año pasado con el reguetonero colombiano Maluma, el “compositor del año” por canciones como “Felices los cuatro”, “Sin contrato” y “Chantaje”, por las que además recibió tres placas en las categorías Pop y Urbano. Si en las tres ediciones anteriores del Premio ASCAP a la Música Latina fue entregado al mexicano Joss Favela, en 2008; se le otorgó a Marco Antonio Solís y a Juan Gabriel, en 1995, lo fueron por ser los autores de más canciones galardonadas.

Como anuncian en su sitio online, la ASCAP es “una asociación de más de 400. 000 compositores, letristas y editores de todo tipo de música de los EE. UU. A través de acuerdos con las sociedades afiliadas internacionales, ASCAP también representa cientos de miles de creadores de música en todo el mundo”. Fue establecida en 1914 y su misión es “licenciar y promover la música de sus miembros y las filiales extranjeras, obtener una indemnización equitativa por la ejecución pública de sus obras y la distribución de las regalías que recauda en base a esas actuaciones. Allí se aclara: “A nuestros miembros se les paga por las ejecuciones de sus obras, no por quienes son”; por el dinero que aportan a razón de los derechos de ejecución de los usuarios de su música y que se les distribuye en forma de regalías (aproximadamente, 84 centavos de cada dólar que cobran). Entiéndase que no es la Escuela Superior de Música y Arte de Nueva York, ni la Academia Nacional de Artes y Ciencias de la Grabación de los EE. UU. Como su fin es recaudar las regalías provenientes de la distribución de la música, es “lógico” que reconozcan a las marcas que más ingresos producen. Marcas que ahora mostrarán en su etiqueta comercial también el Premio ASCAP.

Su Junta Directiva “está compuesta enteramente por autores y editores elegidos del cuerpo de la membrecía por los miembros mismos. Los miembros autores eligen a 12 autores para formar parte de la Junta Directiva, y los miembros editores eligen a 12 editores. En la misma línea, la Junta Directiva tiene como meta declarada: “proporcionar los pagos más justos y altos, y el mejor servicio y protección de los derechos de autor para los miembros. Para lograr estos objetivos, la Junta Directiva cuenta con un equipo excepcional de profesionales del negocio para manejar las operaciones de ASCAP”. Y nótese que se refieren al “negocio” de la música y del entretenimiento.

De lo que se deduce que, aunque la directiva de ASCAP no creó a Bad Bunny, y lo más probable es que no consuman su música, sí que responde  —por “ingeniería del consenso”— a la lógica comercial de las élites que dirigen las industrias del entretenimiento, de las que algunos forman parte. Minoría poderosa, en gran medida por su capacidad de otorgar interesadamente valor simbólico a ciertos objetos y actitudes, de normalizar ciertos relatos e instituir sentidos. No solo por el mensaje que explicitan, al llamar “negocio” al mundo de la música o “marca” a los artistas, sino además por el gestalt o “totalidad estructurada” que sus decisiones empresariales instauran.

Eso explica que en el caso de Bad Bunny se cumplan varias de las constantes que el español Jon E. Illescas identificó en las biografías de las “estrellas de la música”, de estos “dioses del Olimpo manufacturado”. Dígase que “su éxito fue fulgurante”, “la música la entienden como un medio para alcanzar la fama”, “se convierten en millonarios siendo jóvenes” y “suelen colaborar con otras estrellas de la canción en sus videos”. También en su mayoría son de origen humilde y pertenecientes a minorías, lo que los convierte en más frágiles y manipulables ante las presiones de los managers.

En poco más de un año, Benito Antonio Martínez Ocasio emergió a la fama, desde una familia humilde, su madre era maestra y su padre camionero. Nació en San Juan, pero creció en Vega Baja, un municipio al norte de Puerto Rico, con la mitad de su población en estado de pobreza, según estadística de 1999 y del 2019. El joven Benito producía en su casa con Fl Studio, una propuesta un tanto diferente al reguetón que más sonaba en la isla y las colgaba en SoundCloud, plataforma que distribuye música en línea. En algunas de ellas expresaba su interés de ser millonario. Mientras trabajaba como empacador en Supermercados Econo, el ya establecido productor DJ Luian escuchó la versión casera de "Diles”, que había logrado hasta un millón de reproducciones, y decidió empaquetarlo en un featuring con Ñengo Flow, Ozuna, Arcángel y Farruko, el remix fue un éxito comercial. Con la compañía puertorriqueña Hear This Music, de Dj Luian y Mambo Kings, lanzó sus primeros sencillos, nunca lo apoyaron para un disco.

DJ Luian es uno de los productores más famosos del género urbano además de compositor y cantante. Por haber producido pistas para Daddy Yankee, Becky G, Anuel AA, Ozuna, J Balvin y Natti Natasha. Para él la música es un negocio. “Yo Soy un businessman, la gente que me conoce sabe que yo soy un businessman. Lo mío es crecer en el negocio” —le confesó a Molusco en relación con su trabajo con el polémico 6ix9ine. “No somos amigos somos negociantes”.

Al contratar a Bad Bunny, Hear This Music firmó un contrato de distribución con Sony Music Latin, división y propiedad de Sony Music. Sus canciones, censuradas en la radio, fueron ponderadas y distribuidas por la segunda de las tres grandes compañías discográficas que dominan el mercado mundial musical. No ha de extrañar, la axiología de Afo Verde, el presidente y CEO de Sony Music en España, Portugal y América Latina, es la de un negociante. El empresario argentino, incluido por la Billboard en la lista de los 100 personajes más influyentes de la industria, ha sido un ferviente promotor de otros reguetoneros como Nicky Jam y Maluma.

Al adaptarse a las nuevas reglas de juego de la industria, no solo las reproduce, además las significa como exitosas. “Para mí la música era faltar al colegio para ir a ver a Serú Girán. Hoy es ser feliz levantando la mano y moviendo la cintura” —confesó en una entrevista. “No somos ‘la municipalidad de la música’, la gente no nos votó para elegir la música que suena ni somos los dueños de medios de comunicación. Nosotros acercamos cosas que se pueden llamar ‘Vicentico’ o ‘Leiva’ o ‘Joaquín Sabina’, pero también puede ser ‘Enrique Iglesias’ o ‘Romeo Santos’. No hay diferencias (…). Hoy no podés imaginar una canción sin imágenes: ya no te digo en YouTube, pensá en redes sociales, no podés compartir solamente audio (…). La música no tiene ningún problema. Lo único que hay que hacer es darse cuenta de que lo que antes se vendía de una manera, ahora debería venderse de otra”, dijo, como parte de su visión y las que reproduce Sony.

Premiar a “Diles” y no a otros temas con mejores líricas y mensajes como “La vida”, hasta con ciertas metáforas, fue el primer paso para conformar la marca Bad Bunny. Todos los que participaron en ello son cómplices de su creación y de la aceptación de su propuesta musical, pese a su lenguaje vulgar y misógino. Movidos esencialmente por razones comerciales, para colorear sus “paellas” multiculturales, pero también para maximizar la plusvalía ideológica. El poder de la industria pudo censurar los excesos del trap latino y por el contrario licenció su lenguaje procaz. En cierta medida para mantener esa etiqueta de “inferioridad” —y, por tanto, de “prescindibles”— con que las élites históricamente han marcado a las clases humildes. “El trap es cosa de negros y de latinos, de gente pobre y vulgar”, es el interesado relato que asientan, bajo la fachada de democratización de la música.

Estos otros premios al trapero coadyuvan, por demás, a instituir la narrativa de que todos pueden ser ricos y famosos, gracias a una creación capitalista, internet. “Creo que también eso fue lo que hizo que me diera a conocer sin que hubiera tenido que ser de San Juan o de Carolina. Con el internet yo decidí mostrar mi talento y así fue que llegué hasta el género y el negocio”, dijo el conejo y reproducen los medios. “Cada día lo comprendo más y voy aprendiendo a vivir con esto, como que a veces no lo asimilo”, expresó sobre su estrepitosa fama. “Lo veo como una bendición, siento que soy el mismo chamaquito que a veces tenía que buscársela para comprarse lo que quería o hasta para comer, lo único es que ahora estoy haciendo lo que me gusta y ganando dinero”, agregó a The Associated Press.

Los distingos de su carrera son en gran medida manifestaciones de las trasformaciones referidas por Afo Verde, en las formas de distribuir y de consumir música. Bad Bunny es un producto del marketing digital, a diferencia de sus compañeros del reguetón, emergió sin un determinante respaldo de las grandes disqueras, gracias a la habilidosa administración de su manejador Noah Assad, cofundador, en 2014,de Rimas Entertainment.

A través del trabajo en la escena en vivo, Assad conoció a Mauricio Ojeda, en aquel entonces gerente de Alianzas Estratégicas en YouTube y a cargo de liderar la expansión del servicio en Puerto Rico y Colombia. Ojeda le facilitó a Rimas el primer acuerdo de monetización directa de YouTube en Puerto Rico. Assad conoció a Bad Bunny en 2016 en un evento de Eladio Carrión, uno de los reguetoneros que promovía. “Nunca había escuchado un nombre así en nuestra industria”, recuerda. A fines de 2017, Bad Bunny apenas sonaba en la radio, pero estaba ganando cientos de millones de visitas en YouTube. Maniobrando las tendencias del mercado, priorizando determinado contenido en la plataforma, haciendo comerciales a los artistas, enlazando los premium a ese contenido y cerrando negocios con paquetes de auspiciadores, Rimas comenzó a generar ingresos hasta convertirse en una oficina con 18 empleados, entre productores, compositores, managers, publicistas, especialistas en social media y abogados. Hoy tienen más de 100 canales en YouTube y suman dos billones de visualizaciones mensualmente. Eso explica en parte que la totalidad de los temas reconocidos por ASCAP superen los 100 millones de visualizaciones en Youtube: “Soltera Remix” (577,411,166), “Callaíta” (525,769,688), “La canción” (227,419,679), “Qué pretendes” (231,964,155), “Solo de mi” (224,590,719), “No me conoce R” (1,102,140,825) y “Ni bien ni mal” (100,563,386).

 “Además de las figuras consagradas, nos interesa apostar por artistas en ascenso que llegan a acumular un número importante de suscripciones en periodos breves, como Bad Bunny, quien consiguió más de tres millones en menos de un año, o Christian Nodal, cuyo canal tiene más de un millón de suscriptores”, destacó Mauricio Ojeda, el ahora Music Partnership Manager de Youtube para México, Colombia y el mercado latino en los EE. UU., con motivo de una alianza comercial entre la plataforma de videos y el también cantante de trap y de reguetón boricua, Ozuna. Esta misma racionalidad mercantilista fundamenta las decisiones de sus jefes T. Jay Fowler, director de Gestión de Productos, Productos de Música, y Lyor Cohen, director mundial de Música de la subsidiaria de Google. Si como reconoce el propio Cohen, “en la industria de la música moderna, los sellos han perdido el control de la distribución?”, es su propia empresa uno de los mayores cómplices de que las tóxicas canciones de Bad Bunny, no sean solamente toleradas sino que se deseen por millones de jóvenes en el mundo. Pero aún nos faltan responsables.

Las producciones de Rimas y de Bad Bunny son distribuidas por Universal Music Latin Entertainment, una división de la poderosa Universal Music Group (Vivendi). La división latina de Universal, dirigida por el gallego Jesús López (Chairman/CEO de Latin America & Iberian Península) promueve además a otros defensores del reguetón como Karol G. y J Balvin. Para el empresario, al igual que los antes mencionados, la música es una mercancía más. "El disco es la obra del artista y lo seguimos apoyando por eso, aunque este sea un negocio de canción" —consideró a propósito de los cambios suscitados en el mundo de la música.

En el verano de 2017, Bad Bunny firmó un contrato con Cárdenas Marketing Network (CMD), la mayor agencia de talento y productora de conciertos de música más grande del mundo latino, con una fuerza dominante dentro de este mercado en crecimiento; entre sus clientes se incluyen Daddy Yankee, Nicky Jam, Ozuna, Maluma y Becky G. “Estamos orgullosos de añadir a Bad Bunny a nuestra lista de reservas, ya que continúa con una tendencia ascendente presentándose en nuevos lugares, países y continentes”, dijo Henry Cárdenas, CEO de CMD. “Nunca vi a un artista desarrollarse tan rápido en el mercado latino”, expresó a Rolling Stone, a razón de una reciente gira del intérprete de "Krippy kush", "Amor foda" y "Safaera". “Cuando sale al escenario, nadie se sienta” —agregó el empresario.

Todos estos ejecutivos y magnates, han premiado al autor de “Diles”, contribuido a normalizar las canciones que tantos criticamos y que se identifican con la etiqueta Bad Bunny. Ninguno de ellos, sin embargo, es cuestionando por su implicación. Se repite lo que, en otros campos y conflictos, que atacamos a unos de los indios y no al cacique. Con el riesgo, consecuente, de continuar sufriendo a 1, 2, 3 conejos malos.


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José Ángel Téllez Villalón

Periodista cultural

Se han publicado 7 comentarios


A Xere
 7/8/20 12:39

...y desgraciadamente el riesgo es real. ¿Sufrir otros 2 o 3 Bad Bunny? Negra perspectiva... Como si no alcanzara con uno para deificar la estupidez y la vulgaridad humanas. Me hace cuestionarme lo cultos que somos, especialmente los cubanos. Tanto que alardeamos de nuestra cultura y hay que ver a la juventud como delira (así mismo) con esta m... de ¿música...?

  ¡¡¡A dónde vamos a parar!!!

Osvaldo
 23/7/20 13:49

Francamente...jamas oiria esa m..... ¿musica?

Osmani
 17/7/20 20:18

Realmente estamos viendo un retroceso en la música como en la sociedad,estamos premiando los antivalores,nos estamos enterrando todos poco a poco sino paramos iremos a la deshumanización no sólo de la música ,también de la juventud y la relación entre ellos y la sociedad,vamos ciertamente todos lo que tienen que ver con la música y los músicos por un muy mal camino.

Téllez
 18/7/20 8:42

Es "la mano peluda del mercado" que según los capitalistas lo ordena todo. Si la música es una mercancía más sólo importa por su valor de cambio, por las regalías que genera.

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Mimisma
 17/7/20 14:13

Que tiempos mas malos para la música.

Alex del Piero
 17/7/20 8:24

higual es una Shit ...que su musica la Escuchen tanta gente me la Suda

Téllez
 17/7/20 22:50

El es el autor, responsable de sus canciones, pero que lo escuchen mucho es de otros, de los que distribuyen su musica, la promocionan y sacan billetes de su consumo acritico. Todos son cómplices.

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