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lunes, 25 de noviembre de 2024

Disyunciones, himnos y canciones de gestas

Odas al sacrificio heroico inspiran el patriotismo de las actuales generaciones...

José Ángel Téllez Villalón
en Exclusivo 05/03/2021
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Imagen de Fidel y el pueblo
“El patriotismo cubano se halla insertado, desde su raíz, en un sentimiento y una aspiración universales. Así fue ayer, lo es, y lo será mañana”.

Como repetía Armando Hart, “el patriotismo cubano se halla insertado, desde su raíz, en un sentimiento  y una aspiración universales. Así fue ayer, lo es, y lo será mañana”. Lo que les faltó a los reformistas y niegan de plano los más pesimistas del anexionismo- añado-, fue “lo que en esencia tiene la cultura cubana: la utopía de la redención universal del hombre”.  Es del “cubano completo y cabal”-afirmaba el lúcido intelectual, querer y soñar “la igualdad social  entendida en su alcance universal”, para lo que es necesario asistirse de “la imaginación  y el vuelo que suelen tener los poetas, los profetas y los héroes”.

Cuando el 5 de marzo de 1960 Fidel enarboló su , ya nuestro, “Patria o Muerte” , no hacía más que elevar hasta nuevos compromisos  el viejo sueño de los que en el universo han jurado liberar la Patria o morir por ella, por la justicia toda, de todos los humanos. Como se cuenta en himnos y en las canciones de gestas, de todo el mundo. Y especialmente en los nuestros.

Contra la barbarie feudal,  Danton, Marat, Robespierre y Babeouf, lanzaron su Liberté, Égalité, Fraternité ou la Mort.  La disyunción “o la muerte” aludía al estado de guerra permanente que se vivía; una radicalidad abandonada después de la caída de Robespierre; la reacción thermidoriana optó por eliminarla de la fórmula, bajo el supuesto de que evocaba al período del Terror. Sin embargo, la decisión de morir si era necesario para adelantar toda la justicia, se mantuvo en el espíritu revolucionario de los que entraron a parís entonando “La Marsellesa”.

El himno “La Marsellesa” está impregnado de ese ánimo patriótico, de esa convicción que sostiene a los guerreros en situaciones de vida o muerte y que motivo a Napoleón Bonaparte a expresar: “Esta música nos ahorrará muchos cañones”. Por eso expresa en una de sus estrofas, refiriéndose a los mártires: “No estaremos tan celosos de seguirles/ Como de participar de su tumba; / ¡Tendremos el sublime orgullo/ De vengarles o de seguirles!”. Esa convocatoria, “Aux armes citoyens!”, que figura también en la “Oda a los Franceses” firmada por Ecouchard en 1762, fue sin dudad un referente de nuestro “a las armas, valientes corred”.

En el “Himno del desterrado”, escrito en septiembre de 1825 por el bardo santiaguero José María Heredia,  este se pregunta: “¿Osaré maldecir mi destino, Cuando aún puedo vencer o morir?” y en los versos siguientes afirma: “Aun habrá corazones en Cuba/ Que me envidien de mártir la suerte, / Y prefieran espléndida muerte/ A su amargo, azaroso vivir”. En este,  como  en su anterior poema “La estrella de Cuba”, Heredia llama al despertar de la conciencia patriótica independentista. Por ello,  José Martí en un discurso pronunciado en Nueva York el 30 de noviembre de 1889,  afirmó que  Heredia había despertado en su alma, “como en la de los cubanos todos, la pasión inextinguible de la libertad”.

Muchos de estos versos forman parte del “Himno Patriótico Cubano”, musicalizado por  Narciso López Frías; hijo del primer matrimonio del venezolano Narciso López Oriola, quien junto al poeta Miguel Teurbe Tolón y su esposa, más el también el escritor Cirilo Villaverde, ideó  la bandera declarada como Nacional en la Asamblea de Guáimaro en 1869. El autor de Cecilia Valdés, explicó su significación republicana, conectada con la revolución francesa.

Fue el pabellón traído  por  Narciso López Oriola en su primera expedición contra el ejército español, el 19 de mayo de 1850 y “saneado por la muerte, de López y Agüero”,  al decir de Martí. Y por la decisión de persistir hasta lograr su empeño, porque un año después de aquella acción fallida en Cárdenas, regresó en la expedición del “Pampero” que desembarcó por un punto cercano a Bahía Honda, Pinar del Río.  Fue nuevamente apresado, y en  el patíbulo de La Cabaña, murió en septiembre de 1851. Sus palabras finales fueron “Adiós, querida Cuba”. Algunas fuentes apuntan que en su reloj llevaba inscripta a bajo relieve una frase que hablaba de esa  decisión: “Cuba, tu libertad o mi muerte”.

Es la misma disyuntiva que convocó a los bayameses a la Revolución de Céspedes: “Independencia o Muerte”. Bajo la firme convicción de que “Morir por la Patria es vivir”  que fue el  grito del autor de nuestro Himno Nacional,  Perucho Figueredo, antes de ser fusilado en Santiago de Cuba, el 17 de agosto de 1870.  Un verso que hunde sus raíces en la historia universal  y milenaria de preferir la muerte a la  opresión y de luchar  hasta la muerte, si es preciso,  por una tierra, un “hogar dulcísimo”, donde ser libres, cultos y prósperos,  completamente dueños de la  expresión de nuestra naturaleza humana.

Se reitera en el “Himno Invasor”. Canto patriótico escrito en noviembre de 1895 por el valiente y lúcido general mambí Enrique Loynaz del Castillo: ¡A las Villas valientes cubanos: / A Occidente nos manda el deber/ De la Patria a arrojar los tiranos/ ¡A la carga: a morir o vencer!”. Fue  en las llanuras camagüeyanas, en la finca La Matilde - propiedad del padre de Amalia, el gran amor de “El Mayor”, Ignacio Agramonte. Lo suyos fueron la respuesta a otros  versos escritos por un español. Loynaz  formaba parte de la columna invasora con el cargo de ayudante de campo del general  Antonio Maceo.

Fue Maceo otro héroe valiente  y conducido  por  principios humanistas. Como se evidencia en  la carta que dirigió al General Polavieja”, publicado en El Yara, de Cayo Hueso, en junio de 1881: “En cuanto a mí, amo todas las cosas, y a todos los hombres, porque miro más a la esencia que al accidente de la vida: y por eso tengo sobre el interés de raza, cualquiera que ella sea, el interés de la Humanidad que es en resumen el bien que deseo para mi patria querida. La conformidad de ‘la obra’ con el ‘pensamiento’: he ahí la base de mi conducta, la norma de mi pensamiento, el cumplimiento de mi deber”. Fue un ciudadano del mundo que “se debe a la Patria y con la honradez y pureza de motivos del hombre, que ante a todo se debe a la Humanidad”. Personificación de una tradición ética que le sembraron desde niño, en su familia. Contó María Cabrales, esposa de Antonio Maceo, que Mariana Grajales, antes de ofrendar a sus hijos los hizo jurar en una habitación de su casa: “Delante Cristo, que fue el primer hombre liberal que vino al mundo, juremos liberar la Patria o morir por ella".

Fue la misma sabia redentora de las que bebieron Julio Antonio Mella, Antonio Guiteras y Rubén Martínez Villenas. Que revitalizaron Fidel  Castro, Abel Santamaría, Raúl Gómez García   y los demás combatientes  de la generación del centenario. Como rememoró el líder histórico de la Revolución , cunado enarboló por primera vez nuestro actual grito de lucha, su lucha  se desarrolló bajo la disyuntiva mambisa de “Libertad o Muerte”, y solo  después del Triunfo Revolucionario, cuando la Patria comenzó a significar mucho más que libertad  asumimos la que nos ha llevado hasta aquí, la de “Patria o Muerte”.

En la madrugada de 26 de julio de 1953, en La granjita Siboney,  Fidel compartió con sus compañeros  dos ideas  que guiaron al Movimiento Revolucionario hasta el triunfo de Enero de 1959: 

“Compañeros: Podrán vencer dentro de unas horas, o ser vencidos, pero de todas maneras, ¡óiganlo bien, compañeros!, de todas maneras este movimiento triunfará. Si vencen mañana, se hará más pronto lo que aspiró Martí. Si ocurriera lo contrario, el gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba, a tomar la bandera y seguir adelante”.

“El pueblo nos respaldará en Oriente y en toda la Isla. ¡Jóvenes del centenario del Apóstol, como en el 68 y en el 95, aquí en Oriente damos el primer grito de Libertad o Muerte!”.

Ideas que reitera  en el acto del 26 de julio de 1959, cuando ante el reclamo del pueblo Fidel decide reasumir las funciones de Primer Ministro, expresó: “nuestra Revolución es fuerte, por eso nuestra Revolución es invencible. Por eso: ¡Porque hay un pueblo dispuesto a morir para defenderla!”.

Son todas estas páginas de nuestra historia, estas heroicidades contadas y cantadas por nuestros  poetas y juglares, las que inspiran el patriotismo de las actuales generaciones. Con himnos y canciones épicas que son odas al sacrificio heroico; pues como apuntó el autor de Calibán,  Roberto Fernández Retamar, refiriéndose a la heroína del Moncada  Haydee Santamaría, “No se concibe el heroísmo sin un profundo amor a la vida y un diálogo valiente con la muerte”.

Sobre ese compromiso heredado  y sobre las disyuntivas impuestas  por ese “vivir para luchar”, a los que  actúan consecuente y sin vacilaciones,  por el bien de la patria y guiados por el ejemplo de nuestros héroes y mártires; versan  dos las  composiciones más emblemáticas del Trovador Silvio Rodríguez: “Pequeña Serenata Diurna” (1975)  y “El Necio ”(1992). Escritos en dos momentos muy distintos, pero en igual medida singulares de la Revolución  que defendemos, en este país libre, “cual solamente puede ser libre”.  Con un tono lírico, más personales que aquellos cantares medievales para honrar a  Roland o al Mío Cid, pero igualmente  aleccionadores.


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José Ángel Téllez Villalón

Periodista cultural


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