Precisamente por estos días –entre el 27 de julio y el 8 de agosto de 1967, se reunían en La Habana convocados por la Casa de las Américas, cantores de todos los rincones del mundo en el 1er Encuentro Internacional de la Canción Protesta. Una gran erupción cultural de los pueblos, de la canción comprometida, que se constituyó en un hito para lo que luego se conoció como Nueva Canción Latinoamericana.
Aquel verano del 67 confluían por primera vez en el corazón de la América Nueva, la Cuba Revolucionaria, más de 50 cantautores de dieciséis países, de cuatro continentes; en un momento de convulsión política en el ámbito internacional. Los pueblos despertaban y reclamaban su canto, uno nuevo, de protesta y reafirmación. En América Latina agudizaba la represión dictatorial. África enfrentaba el apartheid y la colonización, en los Estados Unidos nombres como Malcom X y Martin Luther King se convertían en líderes de las luchas la injusticia social, contra el racismo. El movimiento hippie proclamaba paz y el amor, se globalizaba una ola de protestas contra la guerra yanqui en Viet- Nam.
Los convocados eran cantautores que levantaban su voz contra el imperialismo, que en los más apartados parajes de la tierra decían poéticamente sus verdades, la de su gente, sin importarles los riesgos a que se exponían: la encarcelación, la tortura o hasta la muerte. Combatía con su guitarra y su voz, desde oscurecidos rincones, sin saber que otros muchos andaban por caminos similares. Como expresara uno de los participantes, el cantautor uruguayo Daniel Viglietti, “el encuentro fue la oportunidad de descubrir que si alguna vez habíamos caído en el error de pensar que estábamos solos, no estábamos solos. Nos encontramos desde todos los continentes la misma actitud de búsqueda, de denuncia, una formulación más o menos parecida (...)”.
Participaron en el encuentro intérpretes que aun siguieron creciendo y que se afianzaron como parte de un movimiento más universal, entre ellos: Isabel y Ángel Parra, Daniel Viglietti, Peggy Seeger, Óscar Chávez, Martha Jean Claude, Bárbara Dane Los Olimareños, Alfredo Zitarrosa, Raimon, Óscar Matus, Armando Tejada Gómez y Giovanna Marini, Ivan Della Mea, y Elena Morandi. Estos últimos hicieron popular una pieza que cantaron con variaciones de su texto los milicianos y otros movilizados por la Revolución, “Bella ciao”:
Carlos Puebla fue la voz más destacada por Cuba en este Primer Encuentro Internacional de la Canción Protesta. Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Vicente Feliú, Noel Nicola no participaron en este, pero sin dudas este debió marcar su impronta y sobre todo en esa proyección latinoamericanista y antimperialista que caracterizó al movimiento fundado cinco años después.
Este Encuentro Internacional se constituyó en un agente catalizador de la música comprometida dentro de nuestra región y también en el país. Poco tiempo después, en el mes de octubre, se creó el Centro de la Canción Protesta, donde se agruparían los jóvenes valores que cultivaban este tipo de canción social o comprometida. Bajo este marco se abrieron paso las canciones de contenido revolucionario y popular de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Noel Nicola. El Centro de la Canción Protesta propició la comunicación de estos jóvenes talentos con estudiantes, obreros fabriles, portuarios, soldados, etcétera, además de hacerlos presentes en programas televisivos.
La Casa de las Américas, había sido fundada por Haydée Santamaría para nuclear a hombres y mujeres de “Nuestra América” y tender puentes entre Cuba y estos países hermanos. La institución, por entonces, desde una visión integral e integradora, añadió al proyecto de afianzar la siempre soñada unidad latinoamericana, la necesaria cohesión interna y el apoyo a la auténtica alternatividad, las manifestaciones culturales que a contracorriente del poder hegemónico ponían voz al sentir de los pueblos. La emergente nueva trova cubana era una de las más vitales manifestaciones de esa alternatividad, auténtica y anticolonial.
La Casa de Yeyé fue también la casa de esta pléyade de jóvenes trovadores ; durante un tiempo, fue casi el único lugar pudieron exponer sus “fuegos iniciales”. Allí tuvimos lo que necesita un joven: comprensión y respeto, sentirse atendido y apoyado. Pero nosotros jamás usamos el término de cantores de protesta para autodefinirnos. Siempre hemos dicho que somos, sencillamente, trovadores. O sea que fueron otros los que nos llamaron cantantes de protesta y también fueron otros los que así nos dejaron de llamar”, contó Silvio en entrevista.
El ya icónico concierto del 18 de febrero de 1968 de Silvio, Pablo y Noel en Casa de las Américas, preludio del Movimiento de la Nueva Trova, se hizo precisamente en homenaje a aquel Encuentro de la Canción Protesta y por iniciativa de Haydée Santamaría. De ahí, que el cartel de “La rosa y la espina” de Alfredo Rostgard que identificó a aquel Encuentro Internacional haya sido asociado hasta hoy con este movimiento ideoestético, que emergían con intenciones muchos más abarcadoras que la de protestar.
El cartel de “La rosa y la espina” diseñado por Alfredo Rostgard para 1er Encuentro Internacional de la Canción Protesta ha identificado también al Movimiento de la Nueva Trova (Tomada del Blog Diseñadores cubanos por el mundo)
Como ha dicho Silvio el término de “cantores de protesta” era muy estrecho, porque no reflejaba, en un amplio y más profundo sentido, lo que querían e intentábamos, que no era otra cosa que “seguir la tradición trovadoresca cubana en su diversidad de formas y contenidos”. El termino les parecía “chato, incluso hasta burdo, porque nosotros sentíamos, además, un fuerte compromiso con toda la trova, con la libertad de la poesía y la belleza, y nos parecía que esa aspiración no se podía encasillar, que no tenía límites, que estaba mucho más allá de un eslogan circunstancial”.
El Resumen Cultural Anual del periódico Juventud Rebelde expresaba en 1968: “Sin duda, uno de los fenómenos más interesantes dentro del campo de la música ligera, lo es el surgimiento de un grupo de jóvenes compositores en la línea de la canción comprometida. Constituyen por primera vez, punto de atención de las amplias capas populares. (...) Este grupo constituye el embrión de un incipiente movimiento que es indicador, de que no pasaría mucho tiempo sin que nuestra música volviera a ocupar el sitial que le corresponde dentro del movimiento musical mundial”.
El 12 de noviembre de 1967, apareció dentro de la programación del Canal 4 de la televisión un espacio musical novedoso para el momento, cuyo objeto era divulgar la obra del joven compositor Silvio Rodríguez. Desde, durante treinta minutos, Silvio y sus invitados participaron en la polémica acerca de la "crisis" existente en nuestra música popular. El proyecto se había gestado tras un encuentro casual, en casa de Humberto García Espinosa, entre Silvio, Juan Vilar y su esposa. Aquella noche de septiembre la pareja, que había quedado encantada con las canciones y el ángel del muchacho, le preguntaron si estaba dispuesto a conducir un programa semanal de media hora con su obra.
El programa, como ha señalado el propio Silvio, fue una “fuerte evidencia pública del surgimiento de una joven corriente en la canción (la nueva trova con minúsculas)”. Poco después de empezado Mientras Tanto, el trovador se hizo acompañar por Sonorama 6, grupo que dirigía Martín Rojas, y que integraba Eduardo Ramos.
Mientras tanto se había concebido por su equipo gestor (Eduardo Moya como director, Víctor Casaus como guionista), René Azcuy como diseñador y Silvio como figura central del programa) de manera que se estableciera una vinculación estrecha entre las diferentes manifestaciones artísticas. La presencia de invitados respondía a ese propósito. El plato fuerte eran las canciones del joven trovador pero se debatían temas musicales muy interesantes con invitados como el escritor Luis Rogelio Nogueras, o como los músicos Leo Brouwer y Pablo Milanés. En su primera emisión participaron como invitados al programa Teresita Fernández y Guillermo Rodríguez Rivera.
Precisamente, Teresita y Rodríguez Rivera habían acompañado a Silvio en su primera presentación pública. El 1 de julio de 1967, en Bellas Artes, los firmantes del manifiesto Nos pronunciamos, los poetas de El Caimán Barbudo, había organizado el concierto homenaje Teresita y nosotros. Se cuenta que fuera del Programa Silvio cantó “La canción de la trova”, escrita ese mismo año, donde manifiesta: “Aunque las cosas cambien de color, / no importa pase el tiempo. / No importa la palabra que se diga para amar. / Pues, siempre que se cante con el corazón, / habrá un sentido atento para la emoción de ver / que la guitarra es la guitarra, /sin envejecer”.
Meses después, Silvio participó en otro recital de poesía organizado por los integrantes de El Caimán Barbudo y realizado en la Biblioteca Nacional José Martí.
Los protagonistas de aquellos recitales eran sus amigos de tertulias en las mesitas al aire libre del Coppelia o en las oficinas donde se cocinaba la revista; los que aparecieron en la cubierta del doble CD Érase que se era: Guillermo Rodríguez Rivera, Luis Rogelio (Wichy) Nogueras, Victor Casaus, Antonio Conte y Raul Rivero. Era ese grupo “de nueve o diez/ que coincidían cada noche”, “una suerte de sueño que hacían cuadrilla”, unos “buenos muchachos riendo juntos”, que desfilaban juntos y pasaban de uno en fondo por la misma canción como narró en la canción que dio título a la colección.
Una cofradía de poetas, que intercambian sobre sus lecturas de César Vallejo, José Martí, Nazin Hikment y Walt Whitman, que cuenta y cantan las epopeyas revolucionarias, desde otra sensibilidad y compromiso estético. Silvio y sus “compañeros poetas” compartían -como destaca Suyín Morales-, “el valor testimonial que define a la poesía coloquialista, el reflejo de las circunstancias históricas, aun cuando se trate de abordar asuntos de naturaleza íntima, el acercamiento a la inmediatez para hallar lo poético de lo que ocurre, incluso de cómo ocurre”. Una nueva manera de enfocar ese reflejo desde una perspectiva esencialmente creativa. Como lo resume el propio Silvio, trabajando contra las frases hechas, los caminos trillados, las formulas obvias que sonaban a panfleto y no a literatura.
También ese año compuso La era está pariendo un corazón y una menos conocida, Hay un grupo que dice, donde declara: “Hay un grupo que dice que una canción/tiene que ser muy fácil para la razón, / que las cosas que digo sólo las sé yo. / No han abierto los ojos al mundo. / / Miren que decir eso, / Con tantos motivos / para preocuparse / como hay”.
De modo, que cual ha apuntado el propio Silvio en 1967, ya se conocían e interactuaban los que, a principios del año siguiente, participaron en el ya mencionado concierto en La Casa de las Américas. Desde entonces, se hacía sentir las “pujantes escaramuzas” de jóvenes cantautores que como Pablo y Silvio, comenzaban a revolucionar con significativos aportes la continuidad cancionística del archipiélago. Se vislumbraban en temas como la guajira “Mis 22 años” de Pablo Milanés, los atisbos esenciales de lo que conoceríamos como Movimiento de la Nueva Trova y fundado en Manzanillo, en diciembre de 1972.
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